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Por Adelaide Mazwarira 

*Los nombres reales de las cuatro mujeres destacadas en este artículo han sido cambiados por seguridad.

A pesar de unas elecciones caóticas y marcadas por flagrantes irregularidades, Emmerson Mnangagwa fue declarado ganador, asegurando su segundo mandato como presidente. Este resultado continúa el reinado del partido ZANU-PF, que ha estado en el poder desde que el país obtuvo su independencia en 1980. El resultado no fue una sorpresa. Para muchos, era casi seguro. “Llegué a las elecciones sintiendo que todo seguiría como siempre”, compartió Princess*, amiga de JASS.

Esta elección se produjo en un contexto de agitación económica que duró décadas: hiperinflación, altas tasas de desempleo, aumentos impredecibles de los precios de bienes esenciales, acceso limitado a la electricidad y al agua potable y un sector de la salud en deterioro. Había mucho en juego, pero las expectativas seguían siendo bajas.

Mientras los zimbabuenses se preparaban para emitir su voto el 23 de agosto, muchas de las activistas con las que hablamos de nuestra red JASS expresaron sentimientos de desilusión con respecto a la efectividad de las elecciones para abordar estas condiciones. Everjoice Win, cofundadora de JASS y asesora desde hace mucho tiempo, planteó una pregunta retórica: “¿Por qué asumimos que las elecciones son el mejor método para determinar quién de nosotros puede ocuparse efectivamente de nuestros bienes comunes: nuestras escuelas, atención médica, carreteras, electricidad y Agua? Seguramente debe haber una alternativa, porque, tal como están configuradas actualmente, las elecciones despiertan esperanzas en los pueblos excluidos y oprimidos, sólo para frustrarlas sin piedad”.

Otras expresaron sus bajas expectativas: “No vi ni anticipé ningún cambio en términos de poder y de gobierno, principalmente debido a lo que estábamos presenciando en los procesos preelectorales”, se hizo eco Gamuchirai* Estos sentimientos son comprensibles dada la tumultuosa historia del país cuando se trata de elecciones.

Un manual familiar con una fórmula ganadora

Durante más de 20 años, las elecciones en Zimbabue han seguido un patrón familiar y casi predecible. En cada ocasión, el partido gobernante ha enfrentado acusaciones de uso de violencia, intimidación, desinformación, vigilancia y arrestos para mantener su control del poder.

En un artículo que profundiza en la creciente tendencia a la impunidad electoral que prevalece en todo el continente africano, Chidi Odinkalu, un experto en derechos humanos, ilustra la naturaleza deliberada y calculada de estas tácticas: “En todo el continente, los gobernantes con una legitimidad gastada acuden a las elecciones con una arrogancia terminal. Con recursos públicos, comprometen a todas las instituciones en la cadena de gestión electoral y resolución de disputas, frustrando la estructura básica y las reglas de las contiendas electorales”.

En estas elecciones de 2023 se utilizaron muchas de las mismas tácticas. “No creo que quede ningún párrafo en el conjunto de herramientas que no se haya utilizado durante los últimos 20 años. Lo que estamos viendo es más bien un arraigo de aquellas cosas que siempre hemos sabido”, dijo Everjoice.

Incluso cuando concluyen las elecciones, el guion sigue siendo coherente. “He aquí, los gobernantes siguen gobernando y los opositores siguen oponiéndose. Es la misma vieja historia que se ha desarrollado en Zimbabue desde 1980”, comentó Chipo*.

Tanto la Comunidad de Desarrollo de África Meridional (SADC), a menudo silenciosa, como la Misión de Observación Electoral de la Unión Europea emitieron declaraciones expresando su preocupación de que las irregularidades comprometieran las elecciones, lo que arrojaba dudas sobre si se llevaron a cabo de manera libre, justa y transparente.

Estas irregularidades incluyeron informes de disminución del acceso a Internet, mítines cancelados del partido de oposición, redadas en oficinas y arrestos de alrededor de 40 activistas de organizaciones de la sociedad civil —La Red de Apoyo Electoral de Zimbabue (ZESN) y el Centro de Recursos Electorales (ERC)—comprometidos en el seguimiento de las elecciones y la falta de acceso a la información actual del padrón electoral.

Quizás la obstrucción más descarada fue la ausencia y posterior retraso de las papeletas en muchos colegios electorales el día de las elecciones, particularmente en las zonas urbanas. Odinkalu sostiene que se trataba de una táctica orquestada destinada a suprimir la participación electoral: “En todos los principales bastiones de la oposición, parecía claro que el gobierno y su Comisión Electoral de Zimbabue, elegida personalmente, habían logrado suprimir la participación de los votantes que no simpatizaban con ellos”.

Si bien, como era de esperar, algunos votantes se dieron por vencidos y se fueron a casa, otros perseveraron. Gamuchirai describió la situación: “Hubo tantos retrasos en muchos distritos electorales de Harare, por ejemplo, que algunos colegios electorales sólo recibieron las papeletas a las 8 de la tarde, cuando se suponía que debían cerrarse y completarse la votación. Vi gente de todas las edades haciendo cola durante largas horas sólo para votar. Algunos llegaron a las cinco de la mañana y esperaron hasta la una para votar. Esa determinación me dio una sensación de esperanza”.

A diferencia de elecciones anteriores, estas elecciones de 2023 no exhibieron los altos niveles habituales de violencia. En cambio, muchos observaron que la intimidación de los votantes surgió como una táctica clave utilizada en áreas rurales y urbanas para provocar miedo. “Estas elecciones fueron dirigidas por el sector de seguridad en términos de inteligencia. Aunque no fuimos testigos de una presencia militar o policial prominente, el papel de la inteligencia fue notable. El establecimiento de Forever Associates of Zimbabwe (FAZ), (Por Siempre Asociados de Zimbabue), una entidad con individuos estrechamente afiliados a la agencia de inteligencia del gobierno—fue una de las muestras de esta participación de inteligencia”, explicó Chipo.

En ciertos casos, en áreas urbanas como Mbare, FAZ amenazó los medios de vida de la gente, particularmente la posible pérdida de sus puestos en el mercado si no votaban por el partido gobernante. “Se convirtió en una cuestión de elegir entre la libertad y la supervivencia. La mayoría de las personas, especialmente las mujeres, tuvieron que elegir la supervivencia porque ellas no podían permitirse el lujo de perder su fuente de sustento”, explicó Gamuchirai.

Desenmascarar los puntos ciegos de las elecciones

En el período previo a las elecciones de Zimbabue, Everjoice destacó lo que denominó “puntos ciegos”: “¡Nuestros puntos ciegos en materia de interseccionalidad (raza, clase, género) se han vuelto en nuestra contra!” afirmó. A través de esta lente, enfatizó la importancia de comprender y analizar las intrincadas dinámicas de poder que refuerzan el status quo. Estas dinámicas, que a menudo se pasan por alto debido a su normalización, proporcionan un punto de vista único para comprender las complejidades en juego.

Clase y cultura del derecho

“La clase en particular ni siquiera es el elefante en la habitación. ¡Es el elefante en el sombrero!”, bromeó Everjoice, en su forma habitual de realizar un análisis agudo con un toque de sarcasmo.

Durante estas elecciones, quienes aspiraban a postularse para cargos públicos tuvieron que pagar tarifas exorbitantes. Para la presidencia, los honorarios aumentaron de 1.000 dólares a 20.000 dólares, y para los cargos parlamentarios, aumentaron de 50 dólares a 1.000 dólares. En una nación donde una gran mayoría, aproximadamente el 90%, depende del empleo informal para su sustento, y donde incluso las personas con empleo formal a menudo enfrentan limitaciones financieras, estas tarifas elevadas plantearon un desafío insuperable. Este drástico aumento excluyó efectivamente a una porción significativa de la población. “Aquellos que experimentan pobreza y exclusión todos los días fueron deliberadamente excluidos de la competencia, dejando solo a los adinerados. Así que los mantuvieron fuera y encontraron una excusa que parece legítima”. argumentó Everjoice.

Aún más desalentadora fue la normalización y aceptación de esta barrera, como observó Everjoice en diferentes discusiones en X (anteriormente conocido como Twitter): “Yo diría que tal vez el 0.005% de las personas en estas llamadas tuvieron un problema con esas cantidades de dinero. La mayoría dijo, ‘sí, este es el momento de separar el grano de la paja’”. Referirse a esta mayoría excluida como “paja” sólo reforzó el mensaje de que sus opiniones e intereses no tenían importancia. “¡Paja! Las personas cuyos intereses deben representar los líderes electos son descritas como “¡paja!”. añade Everjoice.

El patriarcado asoma silenciosamente su fea cabeza

El género añadió otra capa de exclusión, especialmente para las mujeres. En estas elecciones se produjo una caída en el número de candidatas mayor que nunca antes habíamos visto, como comentó Everjoice: “Lo que hace que este momento sea más doloroso es que a pesar de los avances y las inversiones que han hecho los movimientos de mujeres, estamos viendo el menor número de mujeres candidatas para un cargo en la historia de Zimbabue desde la independencia”. Princess también planteó preocupaciones similares: “Incluso si nos fijamos en el número de mujeres que se postulan para cargos públicos, dice mucho sobre la exclusión y cómo se crean espacios para excluir a personas concretas, en este caso las mujeres”.

Detrás de este declive se esconde un problema más profundo: el patriarcado arraigado que impregna todos los aspectos de nuestras vidas. El patriarcado, una forma sistémica de poder, impone roles y jerarquías de género tradicionales que favorecen desproporcionadamente a los hombres, al tiempo que marginan y limitan la capacidad de acción de las mujeres y de las personas no conformes con su género. Al examinar el contexto de la candidatura política, el patriarcado y el autoritarismo trabajan en conjunto para replicar y reforzar las normas excluyentes de género. En una entrevista con “NewsDay”, Glanis Changachirere de nuestras aliadas del IYWD (Instituto para el Desarrollo de las Mujeres Jóvenes), dio una explicación detallada: “…Es importante reconocer que en Zimbabue, las mujeres experimentan un sistema autoritario patriarcal. Esto significa que el patriarcado se ve reforzado y simultáneamente refuerza la represión autoritaria que vemos en la política. La subrepresentación que estamos viendo entre los candidatos en el consejo, el parlamento e incluso a nivel presidencial es resultado del autoritarismo patriarcal en este país. A pesar de los avances que logramos al implementar leyes que promueven los derechos de las mujeres, esos logros se revierten deliberadamente para preservar los privilegios patriarcales de los que disfruta el sistema autoritario”.

La influencia del fundamentalismo cristiano

El manifiesto de 100 páginas del principal partido de oposición, la Coalición de Ciudadanos por el Cambio, generó críticas y debates por su plan para “…devolver a Zimbabue a Dios en honor, valores, fe, adoración y alabanza”. Muchos expresaron su preocupación por el uso de “restablecer” y “reintegrar”, dado que Zimbabue es un estado laico con diversas religiones y creencias, así como también diversas prácticas. Estas narrativas políticas están diseñadas para activar normas y prejuicios socialmente conservadores –lo que JASS denomina “poder invisible” – en relación con los roles de las mujeres, la noción de familia “tradicional” y la aceptación de las personas LGBTQI, y para movilizar comportamientos electorales específicos y promover agendas políticas.

Everjoice explicó este punto: “Creo que esto sigue siendo un gran punto ciego en la sociedad civil y en la organización de los derechos de las mujeres en Zimbabue y la región. No prestamos tanta atención como deberíamos a la influencia negativa del cristianismo. Parece haber una creencia general de que el cristianismo es una fuerza para el bien…” Sin embargo, como también señaló Everjoice, hemos visto cómo las violaciones de los derechos de las mujeres se explican citando textos y dictados religiosos. Desde Brasil hasta Estados Unidos, Uganda hasta Nigeria, Myanmar hasta la India y todos los países intermedios, hemos visto el impacto en los derechos de las mujeres una vez que el Estado decide mezclar religión y política.

¿Ahora qué? Voces de activistas del movimiento

A pesar de los recurrentes fracasos de las elecciones a la hora de generar los dividendos de la democracia a los que aspiran los votantes, las elecciones todavía tienen consecuencias importantes para la vida de las personas. Después de estas elecciones, Zimbabue está a punto de embarcarse en otro período de cinco años caracterizado, como expresó Chipo, por la continuación del “extractivismo, la opresión y la guerra legal, utilizando la ley como arma contra cualquiera que hable”.

Sin embargo, en lugar de sucumbir a la resignación, las activistas zimbabuenses en las redes de JASS subrayaron el potencial de las recientes elecciones para servir como catalizador para que las organizadoras y los movimientos sociales recalibren sus estrategias, alejándose de definir la democracia únicamente en el marco de la política electoral. En lugar de ello, proponen invertir en análisis contextual, sensibilización, movilización y organización lideradas por la comunidad para un cambio a más largo plazo.

El poder está en el pueblo

Cuando se le preguntó ¿dónde reside el poder? Princess nos recuerda que la democracia no nos la otorga el poder formal: “El poder reside en el pueblo. Creo que todas esperamos que los líderes políticos nos guíen y, sin embargo, somos las personas las que realmente podemos determinar nuestras propias vidas”.

Chenai* estuvo de acuerdo y enfatizó las deficiencias de las elecciones para abordar la transformación sistémica que buscamos: “Las elecciones no traerán el cambio político y la justicia que Zimbabue necesita. Es esa organización basada en las necesidades y los derechos liderada por mujeres la que traerá un cambio duradero. Esa es la primera línea”. Princess subrayó la importancia de invertir en el poder de la organización de movimientos: “Aquí es donde deberíamos poner nuestras energías: construir colectivamente nuestra comprensión de cómo funciona el mundo y construir una masa crítica de personas que realmente puedan ser quienes impongan el cambio que ellas desean”.

El contexto importa: ¿Qué nos dice el reloj de Zimbabue?

Chipo hizo referencia a los recientes diálogos de JASS, “Que hora es en el reloj del mundo?” como un punto de partida importante para reunir a las mujeres para analizar su contexto y formular estrategias de organización para avanzar. “El simple hecho de poder leer el momento actual será clave. ¿Cómo estamos leyendo el momento actual? Necesitamos tener esas conversaciones con mujeres activistas y preguntarnos ¿qué hora es en el reloj de Zimbabue? Esto permitirá a las mujeres analizar las capas negativas de poder y cómo las afectan como individuos, dentro de sus familias y a nivel comunitario. También pueden examinar esto desde una perspectiva generacional”. Chipo también destacó la necesidad crucial de priorizar la seguridad y el bienestar de las mujeres, particularmente considerando la tendencia actual de cerrar espacios cívicos y, en algunos casos, el cierre total de dichos espacios. Estas circunstancias hacen que la organización no sólo sea difícil sino también riesgosa para las mujeres. “Será fundamental centrar la seguridad de las mujeres activistas, a través del Corazón-Mente-Cuerpo. Tendremos que crear espacios valientes incluso en medio del espacio por cerrarse y cerrado: encendiendo una vela en la oscuridad. Cuantas más velas encendamos, más brillante será”, concluyó Chipo.

La democracia no son elecciones

Si bien las elecciones suelen estar estrechamente asociadas con la democracia, Everjoice nos desafía a ampliar nuestra perspectiva y ver la democracia no simplemente como un proceso de emisión de votos sino como un catalizador para la transformación y la justicia. “La democracia es que todos tengan acceso al agua potable hoy y mañana. La democracia es abordar las injusticias del pasado porque han sido muchas y garantizar que haya justicia. Y por justicia no nos referimos a la justicia de los tribunales ni a la ley. Estamos hablando de justicia en términos de resultados equitativos. Donde la voz de todas las personas importa. La democracia es ese lugar feliz donde la economía se encuentra con lo social y lo político, donde todas las personas se sienten cómodas, no individualmente, sino colectivamente”.

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