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Por Laura Carlsen

El Km. 148 es un punto nodal en la Ruta Interamericana que conecta los pueblos indígenas a lo largo de las orillas del mundialmente famoso Lago Atitlán de Guatemala. Durante semanas, el cruce fue un centro de resistencia maya en la movilización en defensa de la democracia más larga y poderosa de la historia contemporánea del país. En bloqueos de carreteras, ocupaciones y manifestaciones por todo el país, el pueblo guatemalteco, coordinado en muchos puntos por los liderazgos de los Pueblos Indígenas, pusieron sus cuerpos y su poder colectivo en desafío a una élite gobernante que se negaba a abandonar el poder tras perder las elecciones presidenciales del 20 de agosto.

Unas 500 personas del departamento de Sololá se reunieron en el Km. 148 diariamente para bloquear esta ruta crítica, exigiendo la dimisión del Fiscal General de la nación, Consuelo Porras, y de los jueces que dirigieron los esfuerzos para bloquear la toma de posesión de Bernardo Arévalo. Arévalo surgió de la nada como el único candidato progresista e hijo de un ex presidente y logró una sorprendente victoria contra el grupo en el poder, conocido como el “Pacto de  Corruptos”.

Para Débora Quiacain, activista indígena de San Pedro La Laguna, un pueblo indígena tz’utujil cercano, el bloqueo del Km. 148 le cambió la vida. “Me sentí muy contenta de ver que toda la población estuviera con el mismo sentir, y contenta en el sentido que los pueblos se unen en un momento trascendental histórico”, dice, recordando aquellos días con una sonrisa.

Débora explica cómo la Alcaldía Indígena de Santa Lucía Utatlán coordinó las acciones. Las mujeres cargaron con la mayor parte de la logística: daban la comida, coordinaban el transporte, animaban a la participación y se ocupaban del bienestar de todas las personas manifestantes. No sólo se unieron los cuatro principales Pueblos Indígenas del país, sino también muchos otros sectores -estudiantes, trabajadores, feministas, residentes locales, barrios históricamente marginados en la ciudad- se unieron tras su autoridad moral y sus amplias estructuras organizativas.  

Las autoridades ancestrales de la poderosa organización k’iche’, los 48 Cantones de Totonicapán tomaron la iniciativa, y en las grandes ciudades y en los caseríos rurales de no más de unas pocas familias, la vasta red de comunidades mayas de Guatemala se activó y movilizó ante la convocatoria.  La Alcaldía Indígena de Sololá jugó un papel importante, sobre todo en la región de Débora, y las organizaciones indígenas locales se turnaron para coordinar una presencia permanente frente al Ministerio Público, donde la fiscal general, María Consuelo Porras, orquestó los esfuerzos para anular las elecciones y bloquear la democracia. Uno de los días, mujeres mayas -conocidas por sus hermosos tejidos- instalaron sus telares frente al edificio enrejado para “tejer justicia”.

“Ahora o nunca”: un llamamiento indígena a la acción

El surgimiento de un poderoso y unido movimiento indígena para defender el voto y expulsar a los dirigentes corruptos y autoritarios sorprendió incluso a sus líderes. 

¿Por qué en este momento?

Débora señala que la gente estaba harta del estatus quo. “Ya estamos bastante cansados de oír en el Congreso como aprobaron préstamos millonarios, de ver cómo desde el Ejecutivo los ministros desalojan comunidades, como el Ministro de Gobernación se presta para criminalizar, para desalojar… Vemos como desde el Congreso legislativo se presta a todas estas cosas y como desde el  Ejecutivo y los ministerios también, y que desde el lado judicial no tenemos un sistema de justicia que realmente proteja, o que resolucione a favor de los derechos humanos, y veíamos cómo se van consolidando estos estados, como se van poniendo y se van anclando todos ellos hasta lograr una cooptación total del Estado.”

La gente veía que el poder estatal intentaba abiertamente traicionar el voto popular. “Ese fue como el detonante, en donde ellos tuvieron este descaro de querer hasta eliminar la contienda electoral, eso ya es como una dictadura por los mismos órganos de estado…Y vienen las autoridades y dicen ‘bueno, nos ponemos de acuerdo ahora o nunca.’ 

Este rechazo a la élite gobernante también se combinó con una nueva esperanza, suscitada por un partido progresista que subió al poder con una plataforma anticorrupción.

Debora es activista desde hace mucho tiempo, como parte del colectivo Comunidad Tz’unun ya’. Dice que su experiencia activista y, en particular, su participación en la Escuela de Liderazgo Feminista Alquimia de JASS le ayudó a entender las fuerzas de poder que están detrás de los líderes corruptos, a identificar los momentos clave y a apoyar la organización de una movilización masiva.

Los encuentros de defensoras de la tierra y el territorio organizados por Jass también han sido clave en el fortalecimiento de Débora como organizadora. Los intercambios han fortalecido mis conocimientos,las articulaciones,, alianzas e incluso el poder ver mecanismos y estrategias de acción que de cierta manera hemos compartido y fortalecido,” dice.

Así que cuando llegó el momento de pasar a la acción, se sintió preparada.  

“JASS ha sido una organización que me ha animado y me ha brindado herramientas y conocimientos sobre los poderes ocultos y el sistema opresivo en el que vivimos- En Guatemala, en América Latina y a nivel global”, explica.

“En este proceso de defensa de la democracia, gracias a estos aprendizajes y herramientas podemos identificar fácilmente quiénes son los actores que están violando los derechos y amenazando la democracia en Guatemala.”

La victoria y el largo camino por recorrer

Tras 106 días de presión pública, el pueblo ganó. Bernardo Arévalo y Karin Herrera tomaron posesión después de la medianoche el 15 de enero. Su primera parada como presidente y vicepresidenta fue dar las gracias a las organizaciones de los pueblos indígenas.

Las celebraciones duraron hasta el amanecer. El pueblo celebró el alivio de haber desterrado del poder a un régimen expoliador y represivo. Celebraron la esperanza de un nuevo equilibrio de poder. Y se celebraron a sí mismos: un movimiento dirigido por indígenas que pasará a la historia como un ejemplo de la  resistencia no violenta.

Débora no se hace ilusiones de que el nuevo presidente vaya a resolver las injusticias acumuladas durante 523 años de colonialismo. “Estamos conscientes que no va a ser un cambio de la noche a la mañana, porque todo es muy progresivo y al menos en el Legislativo todavía tenemos partidos de derecha muy fuertes entonces poco a poco seguramente se van a ir haciendo los cambios y las políticas que Bernardo hizo en sus promesas de campaña.”

Pero algunas cosas ya están cambiando. La histórica movilización de 2023 demostró la fuerza y el liderazgo de las organizaciones mayas y cambió la relación en la sociedad guatemalteca entre indígenas y no indígenas. También parece estar cambiando las relaciones de género dentro del movimiento indígena: en las recientes elecciones de autoridades indígenas han resultado elegidas más mujeres, una señal de reconocimiento de su papel en la movilización y de su capacidad de liderazgo.

Para América Latina y el mundo, Guatemala pasó de ser una advertencia del avance del autoritarismo a ser un ejemplo de lo que el pueblo puede hacer cuando decide luchar por la democracia. Para los pueblos indígenas de todo el mundo , los pueblos mayas de Guatemala, como Débora, se han convertido en el ejemplo del poder de la organización ancestral.

Debora concluye: “Uno de los aprendizajes más bonitos, es que cuando el pueblo indígena se compromete, es determinante… Ver los resultados que obtuvimos, que sí se llegara a la toma de posesión, enseña que como los pueblos originarios son una población fuerte que las articulaciones y esta unificación puede ser que realmente tengamos un Estado plurinacional. Pero también nos deja lecciones aprendidas y acciones a futuro de cómo seguirnos articulando”.


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