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Por Laura Carlsen

 

En los últimos años, la marcha para el Día Internacional de la Mujer en la Ciudad de México ha sido una de las mas grandes del mundo. Después de verse reducida por la pandemia, la tradicional movilización volvió en 2023 más fuerte que nunca—y con algunas novedades.  

No hay palabras para describir la sensación de marchar con otras 100,000 mujeres en la calle, en una ciudad donde en ciertas zonas para las mujeres solo salir a la calle es arriesgarse la vida. Gritamos juntas, nos reconocimos en las demandas y en la euforia de sentir nuestro poder, nos identificamos en la “doloridad”, y nos unimos en la diversidad.

Este año fue la marcha de las jovenes, siendo la gran mayoría, pero tambien de la intergeneracionalidad. Una diversidad multitudinaria de mujeres llegaron desde distintos puntos de la ciudad. Un fuerte contingente salió de la Glorieta de las Mujeres que Luchan, una rotonda en la avenida principal donde tras multiples protestas de grupos indígenas, fue retirada la estatua de Cristobal Colón por el gobierno de la ciudad y renombrado el por los movimientos de mujeres. Ahora este espacio urbano emblemático luce un círculo de muros pintados con los nombres de las mujeres que luchan y han luchado por la justicia social en el país. En México se ve que el feminismo descolonial está ganando terreno.

Voces y razones

Las mujeres retomaron el territorio del urbe de los 20 millones de almas con el uso autónomo del primer territorio—sus cuerpos. Llenaron la Avenida Reforma, las banquetas y las calles aledañas. Se sentía la fuerza no solo de las presentes, sino también de las ausentes, estas miles de mujeres desaparecidas y asesinadas en un país que genera más cada día.

La cara de la adolescente Paula Camargo sonria desde la palma donde cuelga su foto, con la leyenda: “2,752 días desaparecida”. Marlen Cruz, carga una lona más grande que ella con las fotos impresas de su hija, Janette Tafoya Cruz, víctima de feminicidio, y Angélica Ambriz Tafoya, su nieta secuestrada por el asesino. Reclama: “El Estado no ha hecho absolutamente nada más que burlarse de nuestro dolor”.

“Vine a la marcha porque todas juntas hacemos una sola voz pidiendo lo que tal vez será imposible en esta vida”. Entre lágrimas, agrega un mensaje para su pequeña nieta: “Angélica, donde estés, te amo con todo mi alma y mereces una vida de amor.”

Muchas mujeres responden a la pregunta: ¿Por qué están marchando? Que vienen representando a las mujeres que tienen miedo de venir, que siguen luchando contra el trauma, el dolor y la rabia. Se ven muchos letreros que dicen: “Por mi abuela, por mi mamá, por mi hermana, por mi hija, por mí, POR TODAS”.

Daniela López explica: “Vengo porque estoy hasta la madre, literal, de que no podamos salir a las calles… Vengo porque a muchas de mis familiares, les dio miedo venir a la marcha, vengo en nombre de mis familiares, de mis amigas, de mis clientas (porque soy peluquera), de mis sobrinas, de mis ahijadas, de todas las que no quisieron venir porque también da miedo de que no lleguemos”.   

Mariana Rodriguez de Toluca cuenta que está marchando por primera vez, después de haber salido de una relación violenta. Pertenece a una colectiva que se llama “No es una, somos todas”. Detrás de ella, marchan las colectivas que luchan por la educación menstrual—se autodefinen “feminista y trans-incluyente”.

Otro letrero que se ve mucho se lee: “Que tu privilegio no nuble tu empatía”. Una joven de la colectiva UPN Violeta de la universidad nacional explica, “Desde mi perspectiva, el feminismo vamos más allá del género–hay que buscar respeto para todos, sin embargo es muy notoria la desigualdad y la violencia contra las mujeres”.

Una joven de la colectiva Good Vibes de mujeres lesbianas y bisexuales marcha “Porque no solo quiero igualdad en mi pago, quiero que me dejen de gritar, de acosarme en la calle, quiero sentirme tranquila en las fiestas”.

Por cada mujer gritando y marchando, detrás viene un contingente de las mujeres que siguen invisibles. Con esta fuerza física y esta fuerza moral, como rezaba un letrero levantado en alto: “A esta manada ya nada la para”.

La diversidad a plena vista

El gobierno de México en varias ocasiones ha tachado el movimiento feminista crítica de fi-fi. Es una táctica del patriarcado para dividir y debilitar el movimiento feminista, calificándolo como neoliberal, blanco, de clase media-alta. Sin duda, existen grupos con estas características que se autodenominan feministas. Pero lo que se vio en la Ciudad de México este 8 de marzo 2023 desmintió el mito de un movimiento de mujeres de las élites. Marcharon juntas mujeres de muchos sectores—estudiantes, obreras, profesionistas, periodistas (también marcadas por la violencia), cis y lesbianas, madres con bebés, mujeres adultas mayores…

Micaela cuenta: “Soy una mujer trans, negra, dominicana que vive en México desde hace diez años y soy parte de la colectiva Frontera, una colectiva terapista.” Dice que antes venía mucho a las marchas de 8 de marzo en la ciudad. “Mi última marcha fue 2019, pero dejé de ir a las marchas porque eran marchas muy violentas para las mujeres trans. Siempre había un feminismo hegemónico, transfóbico, institucional, racista que constantemente nos humilla, nos estigmatiza, nos criminaliza, y en esta marcha en específico mi integridad física se vio vulnerada y a partir de esto dejé de asistir a las marchas. Pero hoy regreso justamente porque me doy cuenta que frente este feminismo que nos niega y que niega la pluralidad de las mujeres trans—o sea las mujeres somos de muchas formas, somos negras, cis, trans, comunitarias, racializadas, fronterizas—y que nos niegan a nosotras particularmente, tengo que hacer presencia, porque el silencio no es una opción”. Cuando se pregunta si este año es diferente, dice que el feminismo transfóbico de derecha persiste pero “hay otros grupos de mujeres que son incluyentes, que tienen una visión ampliada, decolonial”.

Esta “visión ampliada” abre paso a encuentros inesperados. Mujeres manifestantes regalan dulces a las mujeres policías, muchas viendo la marcha con sonrisas como si fuera suya, sus escudos decorados con mensajes y pinturas de todos los colores gracias a la creatividad de las manifestantes. Las manifestantes abrieron paso a los hombres que querían cruzar la calle entre el rio violeta. Algunos hombres participaban abiertamente, otros apoyaban, reporteaban o fotografiaban sin contratiempos.

Fue una marcha caracterizada por la alegría, sororidad, fuerza y pluralidad. El único enfrentamiento ocurrió cayendo la noche cuando las manifestantes llegaron a la sede del estado patriarcal, el Palacio Nacional donde unas atacaron las barricadas y la policía lanzó gases lacrimógenos contra las manifestantes. La prensa destacó este momento, como parte de su campaña de desprestigio contra las feministas, sin embargo, fue una marcha más pacífica que otros años recientes contra la violencia estructural que enfrentan las mujeres todos los días.

Nuevas formas de organización

El 8 de marzo en México en la capital de México es una muestra de fuerza y poder de convocatoria para los movimientos de mujeres. También ofrece una oportunidad para medir no solo la fuerza sino también la evolución y los contenidos del movimiento según los cambiantes tiempos y contextos. Las marchas pandémicas reflejaron la crisis sanitaria—más reducidas, marcadas por cubrebocas, frustraciones y contenciones.

En esta marcha se vieron cambios tanto en las formas organizativas, como en los contenidos. Las mujeres marcharon, por lo general, en grupos, pero no en contingentes. Los días de las formaciones de personas enfiladas tras una gran manta sostenida por dirigentes jerárquicas ha dado paso a colectivas llevando pancartas personales hechas a mano, individuas motivadas por su propia historia de vida, estudiantes y trabajadoras que se identifican con la causa más que con la institución en donde se conocieron. En esta fluidez de miles de cuerpos apretadas en la calle se encuentran y se cuidan, formando cadenas de manos, o estirando cintas para agarrarse y no perderse en la multitud. Abren paso para sacar a las personas que se sienten agobiadas, afectadas por el sol o que simplemente quieren salir de la marcha. Organizan sus propias brigadas de seguridad. Gritan la consigna: “La policía no me cuida, me cuidan mis amigas” que expresa no sólo la autogestión de la seguridad sino también un desafío al estado patriarcal—la protección no viene de arriba, viene de al lado.

Con la diversidad y la juventud en pie de lucha, se ve un movimiento que está regenerándose, reinventándose, con muchísima energía y compromiso. Llámese la cuarta o la quinta ola, en realidad es un tsunami.

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