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Por Daysi Flores

 

Las mujeres tenemos un lugar particular cuando hablamos de las luchas por la tierra y el territorio y las resistencias ante el modelo económico extractivista que ha sido impulsado en toda la región mesoamericana y en muchas regiones del mundo. Y es que el modelo económico extractivista ha experimentado un significativo auge en las últimas décadas debido a la voracidad por la acumulación de riqueza de grandes capitales detonados por los altos precios de las materias primas y al aumento de la demanda internacional de bienes primarios. En este contexto, se han multiplicado inversiones y proyectos en torno a la industria extractiva, dónde destaca la explotación de recursos mineros, forestales, energéticos y agrarios.

Es por eso que no podemos olvidar algunas características principales sobre el extractivismo:

Es histórico: Viene desde tiempos coloniales y ha afectado a todas las poblaciones del mundo sometidas a una lógica que transitó desde la extracción esclavista y sangrienta hasta la instalación de una visión colonial del mundo donde para conformar el modelo capitalista se establece una división del trabajo donde el sur global exporta naturaleza, insumos y hasta personas y el norte global importa, transforma productos de consumo (aunque esa transformación se haga en los países del sur) y comercia todos los productos.

Es capitalista: Ve a la naturaleza y a la mano de obra necesaria para su transformación como un sistema puro de ganancias que le permite la acumulación irracional de capital; capital que debido a un alto grado de acumulación permite generar ganancias en sí mismo. Y eso lo hace necesitar de gobiernos pobres que sean maleables y con fuertes rasgos de corrupción que le garantice manos de obra flexibles, complacientes y carentes de derechos.

Es patriarcal: La explotación y el uso de la naturaleza se basa en la explotación de la vida de las mujeres y de sus comunidades. En ese sentido este modelo no solo descansa en el trabajo no remunerado de las mujeres, sino que busca como ideal una mano de obra que le ofrezca características parecidas a los niveles de explotación que vivimos las mujeres en el mundo. Por lo que la violencia se vuelve necesaria para el mantenimiento de las ganancias, y no solamente la violencia generalizada que viven las comunidades que se enfrentan a estos modelos, sino también la violencia contra las mujeres y su continuum como mecanismo de control de la vida y la garantía de perpetuar el sistema económico.

El poder y la dependencia de la lógica extractiva es tan fuerte que mientras el mundo entero parecía detenerse durante la pandemia, pocos o casi ninguno de estos proyectos lo hizo. Y tampoco lo hicieron los impactos que generan.  Impactos sociales, culturales y ambientales que tienen afectaciones al derecho a la vida; a la salud, integridad personal y a un medio ambiente sano; a derechos económicos y sociales, como la alimentación, el acceso al agua y los derechos laborales; al derecho a la libertad personal y la

protesta social; y a la protección frente al desplazamiento forzado que estas industrias generan.

Todo esto junto a los impactos de los proyectos extractivos han llevado a las comunidades y poblaciones a organizarse y a llevar a cabo resistencias ante la explotación de los bienes comunes y el despojo de los mismos. En estas resistencias las mujeres juegan un papel fundamental no solo porque viven los impactos de manera diferenciada sino porque han sido ellas las que por siglos han cuidado, transmitido y protegido los conocimientos ancestrales a través de los tejidos, de su arte, de la agricultura, de la espiritualidad, del idioma, de la medicina, del conteo del tiempo, y de muchas otras formas de resistencia que nos han llamado a ver el valor de la vida en su integralidad.

Las mujeres, las feministas y las defensoras de las luchas por la tierra y el territorio están generando alternativas de vida ante el despojo desde y con las resistencias que les toca hacer en lo cotidiano. Con sus acciones y luchas las mujeres, junto a sus pueblos, nos muestran caminos para construir ése nuevo pacto del que se está hablando en las grandes palestras globales y al que se supone estamos aspirando como sociedades. En Mesoamérica, JASS acompaña a estas mujeres y sus luchas en Guatemala, Honduras y México. Para hacer frente a estos poderes tan absolutos hemos construido herramientas, procesos, conocimientos colectivos y espacios seguros de formación a través de la Escuela de Alquimia Feminista. Desde esta escuela y poniendo en el centro la educación popular feminista, JASS ha culminado un proceso virtual de formación de facilitadoras políticas en los tres países para seguir fortaleciendo no solo el liderazgo sino las capacidades políticas y de facilitación de las defensoras con quienes trabajamos y de sus organizaciones y comunidades.

Las defensoras en la región construyen estrategias diversas y llenas de esperanza para la vida en el planeta a pesar del duro contexto al que se enfrentan: según Global Witness las tres cuartas partes de los ataques letales en 2020, en plena pandemia, contra activistas ambientales y de la tierra fueron en America Latina; el 75% de los asesinatos registrados en el mundo ocurrieron en nuestra región.

Para impulsar estos procesos en el marco de la pandemia del Covid 19, el Curso de Formación de Facilitadoras Políticas se propuso dar inicio a un proceso sostenido de formación en el que las defensoras de tierra y territorio de Honduras, Guatemala y México desarrollen y potencien sus habilidades para el uso de plataformas virtuales que les permitan acceder a recursos pedagógicos y políticos que les sirvan a sus luchas.

En la modalidad virtual, el curso se desarrolló en los tres países considerando las características particulares de cada uno. Sin embargo, todos los procesos contaron con una raíz común que permitiera a las defensoras contar con herramientas básicas para aprender y fortalecer sus capacidades para diseñar, ejecutar y evaluar con los lentes de la educación popular feminista, distintos procesos de formación que sus organizaciones y luchas necesitan.

     

Durante este tiempo, las defensoras han fortalecido sus capacidades para hacer valoraciones profundas sobre el poder y todos los sistemas de opresión a nivel individual, familiar y comunitario que les permita leer el contexto de manera más profunda para nutrir sus estrategias y acciones. Se abordó el análisis de la industria extractiva y todos los impactos que genera a sus vidas, la de sus comunidades y la del planeta. Conscientes de estos impactos y del daño que

provocan también al desmantelamiento del tejido social y de los movimientos, durante el proceso se hizo énfasis en las capacidades y herramientas para comprender las dinámicas y mecanismos de toma de decisión que abonan a la construcción de movimientos sociales fuertes y resilientes, al tiempo que fortalecen sus habilidades para identificar y proponer mecanismos para la transformación positiva de los conflictos.

Buscamos, de manera colectiva, caminos para enfrentar y solventar los grandes retos que enfrentan en sus luchas y en su vida cotidiana. Porque sus luchas son resistencias organizadas y pacificas: resistencias como la de La Puya en Guatemala una comunidad que de manera pacífica ha logrado detener el avance de una minera desde el 2010. Una comunidad, que ha logrado organizar a 12 aldeas de los municipios de San Pedro Ayampuc y San José del Golfo en una lucha que lleva ya 12 años contra el proyecto minero El Tambor. Para ellas, la organización es una forma de cuidarse mutuamente porque el desplazamiento de las comunidades indígenas perpetrado por las compañías y los servidores públicos corruptos no es más que una continuidad de la colonización y el genocidio que vivieron antes.  Y quisiéramos compartir con ustedes una de las experiencias más inspiradoras que he vivido junto a las compañeras de La Puya en una visita; una mujer con su traje originario nos explica la raíz de su lucha y al finalizar nos dice:  Yo rezo para que los dueños de las compañías, esa gente tan rica que nada le llena, puedan tener paz en su corazón y felicidad en sus vidas. Porque si ellos tienen paz y felicidad no necesitarán continuar con la destrucción de nuestra tierra.  

Las luchas de las participantes del Curso de Facilitadoras Políticas son luchas que están conectadas con otras luchas y resiste

ncias. Se coordinan desde lo local, pero trascienden las fronteras impuestas por los Estados. Son luchas que conocen y acompañan a otras desde la certeza de que vivimos en un solo planeta y que la destrucción de un lugar en el mundo, cualquiera que este sea, afecta a todos los otros lugares. Además, desafían los espacios globales como los de Naciones Unidas con sus certezas y logran encontrar caminos de intersección que ven salidas ingeniosas a las situaciones a las que se enfrentan. Tal es el caso de la Colectiva Ixpop, de la cual JASS hace parte, quienes después de conocer sobre la CEDAW y sus mecanismos y recomendaciones se dieron cuenta que no existe una recomendación especial para mujeres indígenas. Estas mujeres, acompañadas por JASS y otras organizaciones, han logrado hacer historia redactando, consultando y construyendo la primera recomendación general de la CEDAW realizada desde el grupo de mujeres al que va dirigido y no desde las expertas. La recomendación ya es una realidad y ahora las mujeres indígenas del mundo cuentan con la Recomendación General No.39 para mujeres indígenas. La colectiva continúa su trabajo incansable para que todas las mujeres indígenas conozcan la Recomendación y la hagan suya.

Las compañeras en participantes del Curso de Facilitadoras Políticas en los tres países nos dan esperanzas para la vida a través de acciones concretas: a pesar de vivir en carne propia la intersección de múltiples opresiones seguimos creyendo que vivir de otro modo es posible y seguimos trabajando todos los días con una terca esperanza que vislumbra un futuro mejor para el planeta y para nosotras mismas. Esta esperanza no está construida en el aire, sino que se concreta en acciones puntuales que son fundamentales para la vida. Cosas como la construcción colectiva del conocimiento que puede abarcar desde las investigaciones que se llevan a cabo, compartir sus experiencias y visiones en programas en las radios comunitarias, elaborar Guía de juegos para la familia, que durante la pandemia acompañó a las mujeres que se quedaban en casa haciéndose cargo de los niños y niñas y las labores del cuido o incluso el diseñar, estar y ser parte de procesos profundos de educación popular feminista que nos enseñan a construirnos y deconstruirnos. Porque tenemos la certeza de que todo lo que tocamos lo cambiamos y todo lo que cambiamos, nos transforma. Es por eso que JASS, busca contribuir al fortalecimiento político de las mujeres, sus organizaciones y movimientos mediante la facilitación y el acompañamiento de un espacio educativo y de formación política con defensoras de tierra y territorio en Honduras partiendo de sus contextos, saberes y conocimiento; que potencie sus capacidades de facilitación de procesos estratégicos en sus organizaciones y movimientos y fortalezca su liderazgo y conocimientos a través de compartir herramientas de análisis y de acción y de propiciar un espacio amoroso que    fortalezca sus vínculos y redes, tanto sociales, como comunitarias.

 

 

 

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