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Primera de tres partes: diversidad e inclusión

 

“…la diversidad que se expresa en el movimiento feminista es una diversidad politizada, que reconoce las diferentes ubicaciones sociales, económicas, culturales, sexuales, geopolíticas, de conocimiento, de posicionamiento y de estrategias, que contiene el universo feminista de esta región. Que reconoce las diferencias y los desbalances de poder al interior de los feminismos y que se esfuerza en cuestionarlos y en escuchar…” (Declaración Final 13ª EFLAC)

El pasado mes de noviembre se llevó a cabo el 13º Encuentro Feminista de América Latina y el Caribe en Lima, Perú, con la presencia de más de mil mujeres de toda la región.

Este Encuentro se realizó en un momento donde el contexto de la mayoría de los países de la región  está marcado por la exacerbación de la violencia, la violación generalizada de derechos y por Estados que, en beneficio de intereses privados, han renunciado a su obligación de proteger derechos y garantías ciudadanas  y han roto pactos que, con grandes sacrificios, se habían logrado para hacer posible una transición democrática que trajera la justicia social y la igualdad.

Ante esta situación,  parece que las claves de interpretación de la realidad y las estrategias políticas de las organizaciones y movimientos sociales resultan insuficientes para entender y generar procesos de cambio que reviertan la lógica de muerte y despojo en la que vivimos. Y es precisamente por ello que el feminismo es más necesario que nunca para entender la complejidad de lo que ocurre y generar cambios sustantivos en la sociedad.

En este marco, el 13º Encuentro Feminista, al igual que todos los anteriores, dejó sobre la mesa importantes desafíos teóricos  y políticos que cabe analizar y abordar  de manera personal y colectiva. Para tal fin se presentan tres artículos, en el primero de los cuales  abordaremos uno de los temas más recurrentes y desafiantes de los Encuentros Feministas: la triada diversidad e inclusión.

Hasta ahora, no he encontrado otro movimiento que, como el feminismo, contenga, exprese y busque de diferentes formas reconocer y entender la diversidad social de expresada en las mujeres. La agenda política feminista se cuestiona y amplía permanentemente a la luz de las demandas y análisis que las mujeres diversas traen,  hecho que se hace evidente al formar parte reiterada de  los debates de los Encuentros Feministas. En este último Encuentro, por ejemplo, algunos de los reclamos fueron la falta de presencia de todas las personas trans, y no solo de quienes se identifican como mujeres; la falta de protagonismo en los páneles de las plenarias de las mujeres afrodescendientes; el pleno reconocimiento de las trabajadoras sexuales como sujetos políticos y de derechos; e, incluso, se llegó a poner  sobre la mesa la participación de hombres que se asumen feministas.

No obstante,  esta capacidad que históricamente ha tenido el feminismo para abordar la diversidad en sus distintas expresiones es poco reconocida y, en cada Encuentro, son muchas las compañeras que acusan al movimiento de poco inclusivo, elitista o sectario. Si bien es cierto que todavía tenemos fuertes retos,  también lo es que uno de estos retos  es, sin duda, el de  reconocer esta capacidad construida como movimiento pues, de lo contrario, cerramos  espacios de diálogo y debate entre nosotras y contribuimos a perpetuar los estereotipos negativos del feminismo y de las mujeres que son usados para deslegitimarnos. Parece como si el hecho mismo de estar juntas y en el mismo espacio tantas y tan diversas no tuviera ningún valor o no fuera producto de la maduración del movimiento; como si  las luchas históricas de las mujeres diversas para ampliar y complejizar la agenda feminista, y que tienen hoy presencia clara en los discursos y estrategias, no fueran válidas.

Incluir y debatir sobre la diversidad en los Encuentros Feministas implica también asumir que la diversidad no solo refiere a las diferencias identitarias y las necesidades y derechos emanados de dichas diferencias, sino que refiere también a desigualdades y relaciones de poder que tenemos que poner sobre la mesa con claridad. El problema, desde mi punto de vista, es que no hemos encontrado una manera de hacerlo que no caiga en descalificaciones que poco o nada ayudan a la deconstrucción de las prácticas discriminatorias o relaciones desiguales que todas reproducimos, en mayor o menor medida,  por el hecho de vivir bajo el marco del patriarcado capitalista.

No se trata de negar que vivimos en una sociedad que hace a unas mujeres más privilegiadas que otras por el hecho de pertenecer a una clase, a una etnia o tener cierta edad; pero tampoco podemos negar que es justamente gracias al feminismo que hay mujeres que han podido ejercer más derechos personal y colectivamente, y que no podemos confundir derechos conquistados con privilegios generados por las estructuras de desigualdad. Ante ello, la cuestión que se plantea es: ¿cómo lograr que cada vez más mujeres ejerzan más derechos y, al mismo tiempo,  construir entre nosotras, al interior del movimiento feminista, relaciones que no hagan de la diferencia sinónimo de desigualdad?

Por otro lado, para que las diversidades dialoguen y vayan articulándose en un sujeto político feminista, en los Encuentros debemos contribuir a la construcción de un piso común de entendimiento entre las mujeres que se van acercando a los espacios feministas y aquellas que ya llevan más tiempo en ellos. Si bien debemos celebrar que en cada Encuentro Feminista hay nuevas compañeras y que día a día, gracias a las luchas feministas por la igualdad, cada vez más mujeres se asumen como sujetas de derechos, falta propiciar un mayor intercambio y acercamiento que permita tanto transmitir la historia, las agendas y los principios feministas como aprender de las experiencias y saberes de estas nuevas compañeras.

Por otro lado, tenemos que hacer un trabajo más consciente de reconocimiento y acercamiento con mujeres que están jugando un rol importante en otros movimientos sociales, y que pese  a estar desafiando a algunos de los poderes más retrógrados de nuestros tiempos, no cuentan con el respaldo, no han encontrado sentido o, simplemente, no han conocido al movimiento feminista y, por lo tanto, no participan de nuestros Encuentros.

Me refiero a compañeras como las familiares de personas desaparecidas en México que buscan y exigen justicia, a las mujeres que asisten a personas migrantes en su ruta, a las trabajadoras sexuales que se organizan contra la trata de personas y por mejores condiciones de vida, a las mujeres indígenas que se oponen a la minería, a las abogadas y otras profesionistas que acompañan casos en organizaciones de derechos humanos, etc. Muchas de ellas están en riesgo, no son plenamente reconocidas en sus organizaciones o trabajan en condiciones de suma precariedad. Ellas, como nosotras, tendrían que encontrar en nuestro movimiento un espacio para el empoderamiento personal y el fortalecimiento de su trabajo y organizaciones.

También debemos profundizar la reflexión respecto a lo que significa la participación de personas y organizaciones trans en los Encuentros Feministas y la forma en que su participación nutre e interpela al sujeto mismo del feminismo construido hasta ahora. Si bien es cierto que es el feminismo el que planteó que la identidad de género es una construcción cultural que puede y debe ser transformada para no constituir el objeto más antiguo de la desigualdad, también es verdad que en la actualidad la deconstrucción de esta identidad tiene formas y significados diferentes que debemos entender y cuestionar para que podamos estar juntas. En el IX Encuentro feminista se acordó la inclusión de las personas trans y debemos asumir ese acuerdo, pero también debemos escuchar a las compañeras que lo cuestionan y abrir espacios para acompañarnos en el proceso de deconstrucción de la identidad de género, entendiendo que es un proceso complejo que nos es difícil a todas, tanto si nos asumimos como trans como si no.

Quizá lo único que para mí no tendría que estar en discusión es la entrada o no de compañeros hombres. Como dijo el papá de mi hijo, quien lo cuidó mientras yo participaba en el Encuentro: “un hombre que se asume feminista entendería que los Encuentro Feministas son espacios legítimos y necesarios para las mujeres y no se plantearía  si tiene o no derecho a participar en ellos”. Es sin duda necesario que tengamos cada vez más y más fructíferos diálogos con los compañeros que se asumen feministas y reconozcamos los esfuerzos de hombres que en lo individual y colectivamente están cuestionando los privilegios patriarcales y trabajando en la construcción de relaciones de igualdad, pero las mujeres, como otros colectivos que han sido históricamente excluidos y condenados al aislamiento, requieren espacios para reconocerse y empoderarse como sujetos de derechos; espacios que deben ser respetados y alentados por los otros colectivos.

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