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Adivina adivinadora: ¿Qué es más poderoso que el poder?  

Así como los océanos hierven, los huracanes golpean con violencia nuestras costas, el aire suda por el calor de un desastre inminente y nuestros puños protestan por la negativa a reconocer quiénes y qué somos; también hay una ruta que no guarda ninguna relación con la victoria o la derrota: un lugar del que aún no conocemos las coordenadas, una pregunta que todavía no sabemos cómo plantear. Hay cosas que debemos hacer, dichos que debemos decir, pensamientos que debemos pensar, que no parecen ser en absoluto como las imágenes de éxito que se han apoderado tan completamente de nuestra visión de liberación y justicia.

Que este tiempo sea recordado como el tiempo del camino extraño, de la manera diferente, de la ruptura binaria, de la interrupción de recorridos, del momento kairótico, del movimiento de emancipación y del regalo de la desorientación que abre nuevos lugares de poder. Tienes derecho a soñar. Que el tiempo traiga algo más que solo soluciones, más que un futuro justo y equitativo; que traiga palabras que aún desconocemos y temporalidades que todavía no hemos habitado. Ojalá vayamos con más lentitud que la que pueda calcular la velocidad y con más rapidez que la que pueda restringir la atracción de la gravedad de las palabras. Y que nos visiten tan exhaustivamente y nos encuentren en lugares tan salvajes y de manera tan abrumadora que nos dejen desechas. Listas para el compostaje. Preparadas para lo imposible.

Este es el momento de volar, crear, investigar, escuchar e inventar en conjunto.

 

Haciendo del JUEGO una parte de nuestra CREACIÓN DE MUNDOS

Al realizar este trabajo, es importante pensar por un momento sobre el lugar que ocupa el juego en crear visiones de un mundo racialmente justo. Algo que, por lo general, no nos piden. Normalizamos opresiones en el día a día como una manera de sobrevivir. Caemos -y nos empujan- a los surcos del olvido de que las cosas pueden ser diferentes. Nos volvemos invisibles, nuestros niveles de energía se agotan, nos sentimos desgastadas, nos encontramos en una batalla constante con el sistema hegemónico y esto hace que nos olvidemos de imaginar y soñar, nos hacen olvidar que las cosas podrían ser distintas. Esta manera de ser, según la cual aceptamos normalizar nuestra opresión, se cuela en nuestra manera de pensar sobre el tiempo, en cómo producimos conocimientos o creamos políticas y, también, en cómo jugamos u olvidamos jugar. Si dejamos el juego fuera de nuestros intentos de crear mundos, éstos estarán en esencia incompletos y quizá nos conducirán hasta un extremo fatal. ¿Podríamos imaginar de verdad un futuro liberado y no incluir un juego liberado? ¿Podríamos crear en realidad prácticas liberadoras en la vida cotidiana, sin diversión ni juegos?

Incorporar el juego a la creación de mundos no es tan solo necesario en aras de la plenitud. Los juegos tienen beneficios intrínsecos a los que no es tan fácil acceder por medio de otros métodos. Una simulación, al igual que un juego, tiene el potencial de interrumpir porque saca a las personas fuera del mundo real y las coloca en un espacio imaginario. En este espacio podemos aceptar una serie distinta de premisas acerca de lo que es posible, o sea, qué mundos y maneras de relacionarnos en ellos son posibles. No es una realidad reactiva; no niega la realidad, pero nos ayuda a trascenderla. El poder invisible, el poder de que aceptemos los sistemas opresivos de la casa del amo  tiene maneras de encerrar y limitar la imaginación. ¿Cuál es el salto cualitativo que necesitamos dar como parte de la creación de mundos alternos?  No podemos saber esto con plena anticipación. Necesitamos ponernos en un estado de imaginación radical (Black Panther (Pantera Negra); Black Futures (Futuros Negros) Freedom Summer (Veranos de Libertad); Fearless Futures (Futuros sin Miedo); A Message From the Future (Un Mensaje del Futuro)) y el juego es indispensable para eso.

¡Juguemos! algunas prácticas para la liberación

Reto: ser una persona revolucionaria. Tienes el derecho de soñar 

Necesidad: tenemos la responsabilidad de hacer cambios profundos. Cuando podemos ver la violencia que acarrean los privilegios y el fin de todos los seres vivos como único horizonte, debemos funcionar a una escala que extienda nuestra vida más allá de ese horizonte. El futurismo es un escenario emocionante. Un escenario en el que las personas de raza negra, morenas, indígenas, pobres, queer dicen: “Casi nos borraron de la historia, pero nos estamos reescribiendo para incorporarnos.” Creamos historias que están arraigadas en nuestra herencia y articulan un futuro fértil, equitativo, justo y solidario, libre de violencia”. 

Mantra: el pasado es un recurso no un destino.  

Contexto: no tenemos un sentido claro de las soluciones exactas para mejorar el futuro pero; debemos tener un sentido claro de cómo queremos sentirnos con nosotras mismas, con nuestras relaciones, en comunidad y en relación con el planeta. Estos sentimientos no son para un futuro distante, son una guía de qué debemos sembrar y practicar ahora, justo ahora.

Práctica: debemos convertirnos en personas estudiosas de la curiosidad, la experimentación y la pertenencia. La pertenencia empieza por encontrar eco en otras personas, reconocernos a nosotras mismas en ellas tanto en nuestra experiencia colectiva como en el reclamo de nuestra humanidad como personas que han sido deshumanizadas.  Algo que es a la vez fuerte y radical. La separación debilita. Cuando nacemos en un entorno de privilegios, tenemos la obligación de desmantelar cualquier mito y estructura de supremacía. Cuando nacemos en un entorno de lucha, tenemos la obligación de reclamar nuestra dignidad, gozo y liberación, y de actuar en apoyo y solidaridad con la liberación plena. Necesitamos una visión propia como ganadoras. Una visión que no esté arraigada en la falta de inversión.

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Reto: cuidar de nosotras mismas, unas de otras y de nuestro planeta.

Necesidad: este es un mundo de maravillas y heridas. Ambas están siempre con nosotras. Si ignoramos las maravillas, nos convertimos en opresoras o perdemos nuestro deseo de vivir. Si ignoramos las heridas, estas degeneran en la violencia de necesidades no expresadas y prácticas inhumanas. 

Mantra: como personas oprimidas somos nuestra propia medicina. 

Contexto: debemos tener claro que el cuidado radical de nuestra comunidad y el planeta es una parte fundamental de cualquier futuro que construyamos. Este no reemplaza la lucha, la crítica o el conflicto, sino que más bien profundiza y mitiga estas experiencias humanas necesarias, las hace parte de la pertenencia en vez de hacerlas precursoras del exilio. Recuerda que la supremacía está arraigada en la dominación, se impone con violencia y se justifica con el odio a las demás personas.

Práctica: cuestiona toda estrategia que no tome en cuenta el cuidado, sobre todo cuando estas estrategias estén contempladas en el trabajo de reforma de la opresión existente, lo que las hace un poco menos dañinas. Eso no es cuidado, es complicidad. Hay que mudarse a espacios que nos valoren, pertenecer a esas comunidades que saben que nos quieren, que nos necesitan, que valemos, que merecemos algo más que cuidados transaccionales. Es desde este espacio que encontramos lugar para aumentar nuestro poder. 

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Reto: renunciar a fronteras y naciones.

Necesidad: es de primordial importancia mantener una buena relación con la Tierra, algo que no se hace en grupos divididos sino como especie. El planeta tierra antecede a todas las naciones, todo concepto de nación, todo anhelo de nación, todas las fronteras, todas las dicotomías, toda división, toda superioridad. La tierra  es vida siempre en movimiento hacia la vida y si la nación se mueve en una dirección diferente, entonces no perdurará. 

Mantra: nunca confundas salvar a una nación con mantener una buena relación con el planeta tierra. 

Contexto: “Queer” se plantea como una identidad, y lo es a simple vista. Al describir “queer” como otra identidad en la lista de identidades, se impulsa una lucha por espacio en el aparato hegemónico. Queer se codifica como lo opuesto a “heterosexual”, una opción para la unidad capitalista supremacista blanca más exigente. Pero más allá de este aparato, queer no es lo contrario a heterosexual, sino su condicionalidad; queer es la ruina de lo heterosexual, la negativa de lo heterosexual a ser tan heterosexual como pretende ser. Otros arreglos son posibles, otros rituales para sostener “lo que somos” no como accesorios existenciales, pero en tensión con la temporalidad de aquello en lo que nos estamos convirtiendo.  

Práctica:  busca maneras de ser libre. Haz la distinción entre límites y fronteras. Imagina que ya hay suficientes. Recuerda que estás hecha de las visiones y los compromisos de tus antepasados, de polvo de estrellas, de sueños y cada día más y más memorias. Dale forma a tu vida a partir de esa materia prima de lo milagroso y confía tu lugar en la gran historia de la liberación, en vez de las cadenas que nos atan.

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¡Un recordatorio!

Advertencia: debemos entender que hacer uso de cualquier herramienta del amo implica trabajo avanzado de nuestra parte; la mayor parte del tiempo nos convertimos en la forma que adoptamos, olvidamos por qué entramos a la casa grande y que todavía entramos y salimos por la puerta trasera. No podemos perder tiempo en trabajo reformista disfrazado de revolución, de reforma mundial. Debemos mirar directamente las maneras en que la opresión se enrolla en la raíz de nuestro trabajo por la justicia social. Debemos intentar cambios integrales desde las raíces del mundo hasta el cielo. El rechazo debe entenderse siempre como acatamiento de la opresión y, quizás, terror a la libertad. 

 Posibilidad: está bien sentir temor. Es lógico. Apenas hace un minuto vivíamos en la esclavitud o éramos esclavistas. Hace tan solo unos segundos estábamos en condiciones de segregación. Los dos sistemas mutaron sin morir; en la práctica, viven en nosotras. Es abrumador soñar con la libertad en un cuerpo prisionero. Es aterrador enfrentar en la realidad el vasto alcance de la desilusión y la otredad que impregnan nuestro mundo. Debemos conocer los usos de la ira.  

Agilidad: luchar no significa siempre actuar en contra. Significa también que necesitamos invertir nuestra energía, atención y recursos en generar métodos alternativos y sostenibles de apoyar nuestro trabajo. Significa que debemos enfocarnos, ser flexibles y ágiles. Nuestra atención es un rayo de luz precioso y preciso. Si lo colocamos para que arroje luz en las fallas de cada uno, podemos quemarnos mutuamente hasta dejar de existir. Pero si lo colocamos para que alumbre lo mejor de nosotras, en las lecciones, en los niños, en nuestras maneras liberadoras de conocer, ser y practicar, crearemos y cultivaremos en conjunto algo diferente.

Práctica: somos fractales. Un microcosmos de lo macro. Conoce la diferencia entre luchar contra un enemigo y luchar con un o una compañera. Debemos ser capaces de atravesar las complejidades y coexistir, o arruinaremos la posibilidad de la vida. No podemos cambiar a otras personas, pero podemos ser honestas entre nosotras y celebrar el trabajo que hacemos para cambiarnos a nosotras mismas. Recuerda que estamos interconectadas. Siente el placer de cada día. No dejes que tu cuerpo, tu corazón y tu mente olviden por qué luchamos: para sentir vivacidad y unidad, para crear maneras y mundos nuevos y distintos que cultivaremos.

Por Shereen Essof, Directora Ejecutiva, JASS

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Ilustración de Sonaksha Iyengar.

 

 

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