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El debilitamiento del sistema económico mundial es abarcador y escalonado, no existe un sitio que pueda resguardar a nadie de sus consecuencias, aunque éstas tienen impactos diferenciados de acuerdo al poder que ostentan distintos segmentos de población y distintas regiones del mundo. Es una crisis múltiple y simultánea; varios estudios al respecto la han nombrado, coincidentemente, como “la crisis perfecta”, quizá en alusión a la película estadounidense The perfect storm/La tormenta perfecta (Petersen, 2000), donde una embarcación en medio del mar sufre los embates de varias tormentas simultáneas, que se combinan entre sí hasta convertirse en un devastador huracán de consecuencias trágicas para sus tripulantes.

Honduras no ha quedado al margen, la multiplicidad de su crisis se ha profundizado en este año 2020, que está por finalizar. Desde la entrada y permanencia del COVID-19 al territorio nacional, la economía del país se ha paralizado prácticamente. Muchas personas están perdiendo sus empleos, sus ahorros, sus casas, sus sueños; muchas otras están perdiendo sus vidas a causa de la pandemia y ante un sistema de salud resquebrajado e incapaz de responder adecuadamente a la emergencia y demanda de protección sanitaria por parte de la población. Según datos oficiales[i] hay un total de 113,207 casos de COVID-19 a nivel nacional, y 2,968 decesos al momento de escribir este documento.

Existe, además, la confluencia de otras pandemias altamente infecciosas y mortales, como la pandemia COVID-19, pero opacadas por la focalización y novedad de esta última. La violencia contra las mujeres, niñas y adolescentes, la destrucción del medio ambiente, el VIH, son esas otras pandemias, silenciadas pero en rápido crecimiento en el contexto actual. El Centro de Estudios de la Mujer, CDM, hasta el 27 de noviembre de 2020 había registrado 247 muertes violentas de mujeres, de las cuales 176 sucedieron en el marco del covid-19, a partir del 15 de marzo, fecha en que se establece el toque de queda en el país por la pandemia.  Por otro lado, el Sistema Nacional de Emergencias 911 contabilizó durante el presente año, 2020 (hasta octubre) 76,520 reportes por violencia doméstica e intrafamiliar, un 8% más que en 2019, cuando se registraron 70,924 denuncias[ii]. El confinamiento, la restricción de movimiento y de la convivencia social han dejado a las mujeres encerradas, conviviendo las 24 horas del día con sus maltratadores, e indefensas ante un Estado cómplice, negligente e irresponsable al dejarlas desprotegidas y vulnerables institucionalmente (cierre de Juzgados especiales contra la violencia doméstica, Juezas y Jueces sin formación en enfoques de género, vacíos legales, poca colaboración de los entes policiales, etc.) en medio de la pandemia por COVID- 19.

Para una sociedad con problemas desde sus raíces, contaminadas sus aguas, dinamitados sus cerros, deforestadas sus montañas, saqueados sus recursos y con un Estado vuelto contra el pueblo, nada podía ser peor que el paso de dos huracanes, Eta e Iota uno tras de otro, estacionados como tormentas tropicales hasta convertir al país en una embarcación náufraga, a la deriva, como los zapatos viejos o las bolsas de plástico que aún flotan en las aguas podridas. La corrupción, que está en las mismas manos que expulsaron a la Misión de Apoyo Contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras, MACCIH, y se blindaron con pactos de impunidad está profundamente enraizada en el estado y se manifiesta críticamente en este momento en las compras de respiradores artificiales (que no funcionaron) y de hospitales móviles (que nunca llegaron) para enfrentar la pandemia.; debilitadas e indiferentes al bien común las instituciones públicas (y las privadas, sobre todo las financieras que en plena pandemia arrebatan las casas y el exiguo dinero de quien no puede pagar el préstamo); podridas las cárceles, llenas de presos políticos y de asesinatos por encargo.

En este marco de la pandemia, se profundizan las prácticas perversas y patriarcales (niñas violadas en los albergues de personas damnificadas por el paso destructor de los huracanes); y vigentes los razgos de una política colonialista, que a pesar de la captura en Estados Unidos (2018), de Juan Antonio Hernández, hermano del actual presidente, acusado por cargos de narcotráfico en un Tribunal de New York, y a pesar de que el presidente actual, Juan Orlando Hernández, ha sido asociado con carteles del narcotráfico, la OEA y los gobiernos de los  Estados Unidos siguen apostando a su tristemente célebre y odiosa frase dedicada al dictador nicaragüense Anastacio Somoza, que resume su Doctrina Monroe  y su doble moral: “Sí, es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”. Viva la corrupción y la injusticia en la distribución del presupuesto nacional (reducción a los gastos de salud y educación, y aumento a los de Defensa y Seguridad que, además, ahora administran el de Agricultura, es decir, el de la seguridad alimentaria); alimentada por las armas que complacen y protegen gobiernos claramente antidemocráticos y represivos, a cambio de dinero.

Éxodos masivos. Con todo lo descrito arriba, resultaría fácil entender las razones, los motivos, los anhelos, por los cuales la población hondureña huye de esta distopía, de esa sensación perturbadora y desagradable de que un huracán de terribles proporciones (de pobreza e inseguridad) se avecina y les quitará lo único que les queda: sus vidas, sus vástagos y ese líquido vital que es el agua.  Eso les hace querer migrar a otro país y buscar mejores condiciones de vida o, al menos, imaginarlas. En octubre, nuevos grupos de migrantes se formaron en plena pandemia de COVID-19, en diferentes puntos del país, especialmente en San Pedro Sula, como punto de encuentro y partida hacia Estados Unidos. Las autoridades de Honduras obstruyeron el camino para impedir que los hondureños salieran del país exigiéndoles documentos de identidad, estableciendo puestos de control y bloqueos, sobre todo lanzando gases lacrimógenos contra la caravana para dispersarla, a pesar de que Organismos internacionales de Derechos Humanos manifestaran su preocupación por el uso desproporcionado de violencia y otras medidas coercitivas para evitar que las personas salieran del país. Justo unas horas antes de que esta nota se finalizara de escribir, un nuevo intento de migrar se ha organizado, un mar de personas hondureñas se ha agrupado una vez más y salieron el 10 de diciembre con rumbo al Norte, hacia la utopía del sueño americano. La lógica de este éxodo grupal?  en grupo se viaja mejor, se cuidan mejor y no tienen que pagar 6 mil ni 10 mil dólares a los coyotes o policías de frontera para que los ayude a cruzar. Ya existen fechas para las caravanas del 2021.

En esta polarización que marca cada vez todo el sistema las mujeres se llevan la peor parte por ser ellas,  sobre todo en estas latitudes, las que están pendientes del cuidado de sus hijas e hijos, de la familia, y en su mayoría tienen empleos de bajos salarios, a medio tiempo, o los han perdido a causa de  la pandemia del COVID-19.

Así las cosas, las  confrontaciones y tensiones entre las comunidades empobrecidas y las fuerzas represivas encargadas del orden y seguridad, tanto en las ciudades como en las zonas rurales, ahondan la inestabilidad política o, mejor dicho, son esas confrontaciones y tensiones el espejo de la injusticia, de la disconformidad y, por tanto, de ingobernabilidad e inestabilidad política y financiera, de un sistema que no vela por la ciudadanía, que empobrece cada vez más a amplios sectores de la población, pero que sí rescata bancos con el dinero ahorrado por años por esas personas que no cuida ni representa y a los que mucho menos pide permiso para tomar sus recursos.

Un ejemplo reciente es del 2 de diciembre, un desalojo violento perpetrado por policías municipales de la ciudad de San Pedro Sula contra los lavadores de autos, ubicados en los bordos del río Blanco. La policía municipal llegó de manera soberbia, sin negociar, entró por la fuerza con retroexcavadoras y otras máquinas demoledoras a fin de destruir las casetas y demás pequeños, negocios de tipo informal, pero que pagaban sus impuestos a la Alcaldía. Los dueños de esos predios de la economía informal reaccionaron en actitud defensiva y trataron de impedir la demolición de lo que significaba su sustento diario y el de sus familias; la policía respondió con disparos y asesinó a un joven de 24 años de edad que recibió un impacto de bala en su abdomen. Al conocer la noticia sobre el joven fallecido, el vecindario salió a defenderlos con piedras, con gritos contra la policía municipal, se armó una batalla campal y el vecindario reconquistó su espacio en nombre de su compañero ya fallecido y padre de un niño de 7 meses de edad que ahora queda huérfano y ni su viuda ni su hijo tendrá asistencia institucional para encarar la vida.

En el 2021, el factor electoral será uno de los que más marcará la coyuntura nacional; habrá elecciones primarias en marzo, y en noviembre se llevarán a cabo las elecciones presidenciales, municipales y para las diputaciones al Congreso Nacional. Desde el Golpe de Estado militar de 2009, la población hondureña ha esperado que, de alguna manera, su voto ayude a cambiar la caótica situación. Los movimientos sociales están debilitados, desorganizados, pero apuestan a la esperanza de derrotar los fraudes electorales montados cada cuatro años por los partidos políticos conservadores que desde el golpe de estado se han entronizado en la conducción del poder institucional, con el respaldo público del gobierno estadounidense y el gesto complaciente o indiferente. Este proceso electoral tiene, entre otras, dos características importantes: se harán en un país en circunstancias complejas por todo las mencionadas pero, además, será importante porque por primera vez grupos de mujeres feministas y feministas independientes, sobre todo las más jóvenes han decidido participar activamente, disputar el poder al interior del partido político que ellas consideran más conveniente a sus objetivos y principios, el Partido coordinado por quien era el Presidente del país al momento del Golpe de Estado de 2009; posteriormente, en noviembre, irán al escrutinio general de la población. Pero, poner las cosas claras en casa fue necesario para poder ser parte de ese partido y estaban listas, organizadas en La revuelta feminista al interior del partido. Al respecto, Lizbeth Guerrero, escribió en el muro del Facebook de La Revuelta:

[…] escribí sintiendo toda la fuerza de las compañeras que en los últimos días decidieron romper el silencio y han señalado a sus agresores dentro de sus espacios políticos, laborales, sociales y personales.

Más allá de la importancia de hacer públicas las denuncias, de evidenciar a los “intocables”, a los Peaky Blinders de LIBRE y a otros exponentes del infierno patriarcal de la política hondureña, lo que a mí me llena hoy de esperanzas, es que cada vez somos más las que decidimos voltear la mirada a la raíz del dolor, al cuerpo, al corazón, a la tribu, a reconocernos sin miedo como sobrevivientes, no más víctimas de una multiplicidad de violencias. […]. Va dedicado a las revoltosas de La Revuelta Feminista en LIBRE, a las compas de Pacto Sororo y a todas las que siguen acuerpando este proceso. (2020, 14 de julio).

Sobre la participación de las mujeres y movimientos feministas en la edición #6 de los Diálogos Mujeres Transformando Radicalmente un Mundo en crisis hemos reconocido que las elecciones son controversiales entre activistas. Al centro de la incómoda relación entre los movimientos y las elecciones se encuentra la pregunta: ¿son las elecciones una forma en que podemos disputar el poder y la voz? Sobre el tema, Sandra Morán, quien fue electa al Congreso de Guatemala, 2016-2020, después de postularse para un cargo a instancias del movimiento de mujeres, considera que “la democracia representativa debe importar a los movimientos de mujeres porque es donde se hacen las leyes y las políticas […]. Las personas que están participando como candidatas tienen la oportunidad de amplificar las demandas y las voces de los movimientos”.[iii]

 


[i] SINAGER (2020, 10 de octubre). Comunicado # 276.

[ii] Citado por Proceso Digital (2020, 23 de octubre). Recuperado el 11 de diciembre. https://proceso.hn/un-8-incrementa-la-violencia-domestica-e-intrafamiliar-durante-pandemia/

 

[iii] https://justassociates.org/es/dialogo-5-elecciones-que-significan-movimientos

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