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Por Dalila Vasquez*

Hoy, en medio del bullicio de la pandemia y con marzo terminando, quiero tomarme un momento para rendir homenaje a muchas mujeres, a todas las mujeres:

 

  A las invisibilizadas por el sistema que solo las ha utilizado para enriquecerse a costa de su trabajo, de su cuerpo, de su miseria…

 

  A las mujeres campesinas, que día a día trabajan la tierra para alimentar a su familia, que la cuidan y la protegen, que tienen una relación espiritual con ella, que la defienden, que, aunque no aparezcan en los papeles de propiedad o de patrimonio colectivo, son capaces de dar la vida por ella.  Seguramente este 8 de marzo muchas pusieron un plato de comida en la mesa con el fruto de su trabajo y nadie les dará las gracias… Con ello están contribuyendo a la economía del país pero tal vez muchas de ellas no lo saben y el sistema no lo reconoce…

 

A las mujeres de pueblos originarios, que por siglos han cuidado, transmitido y protegido los conocimientos ancestrales, que a través de los tejidos, de su arte, de la agricultura, de la espiritualidad, del idioma, de la medicina, del conteo del tiempo, y de muchas otras formas de resistencia han manifestado el valor de la vida en su integralidad, y que ni la colonización, ni el capitalismo, ni el racismo, ni el patriarcado, ni todas las formas de opresión han podido desaparecer como quisieran…

A las mujeres que con su trabajo de cuidados (doméstico, de ama de casa o como se le llame) están sosteniendo la familia, el país… que están cuidando a las y los hijos y se les culpa y violenta cuando algo no sale bien, que están cuidando enfermos porque es su deber… que están cuidando al esposo porque alguien dijo que es su obligación, que deben mantener la casa limpia porque, que vergüenza que alguien llegue y la encuentre sucia, dirán que es una huevona, una descuidada, que no “ama” a su familia… que están cuidando a los papás porque como son mujeres les corresponde… que cuidan a los abuelos, a los nietos y a quien tengan a su cargo, y aunque no tengan que comer, deben comer los demás antes que ellas, y que además, le tienen que dar la porción más grande al esposo o a los hijos varones porque ellos son hombres y trabajan…

A las mujeres que trabajan en una oficina muchas veces en los puestos donde no pueden tomar decisiones, que se cree que son las que tienen que llevar el café al jefe, que son acosadas, que son obligadas a vestir de una forma elegante para satisfacer a los jefes, al patriarcado, que muchas veces para mantener un trabajo casi siempre mal pagado o por querer ascender son violentadas sexualmente y no se toman en cuentan sus capacidades…

A las mujeres migrantes que con el dolor de su corazón tuvieron que dejar hijxs, familia, amistades porque no tienen la oportunidad de prosperar en su lugar de origen, las que el sistema echa de su país de origen por políticas acaparadoras y explotadoras…

A las mujeres niñas que el sistema patriarcal obliga a parir hijos de quienes las han violado y que no pueden decidir por su cuerpo porque es pecado, ah, y que no pueden denunciar porque es vergüenza para la familia, ¿cómo es posible que la gente sepa que fue violada por el papá, el primo, el abuelo? seguramente ella tuvo la culpa…

A las mujeres con una enfermedad terminal, que en su momento de buena salud dieron todo por el Estado y ahora el Estado las olvida, las violenta, muriendo poco a poco sin la posibilidad de acceder a un tratamiento aun cuando toda su vida laboral pagaron seguro social, o incluso aunque no lo hubieran pagado, por el hecho de ser personas tienen el derecho a la atención médica de calidad…

A las mujeres que han muerto en nombre del amor, que el sistema insiste en llamar crimen pasional sabiendo que es femicidio, que las siguen culpando porque saber que hicieron, de plano ellas lo provocaron, porque no denunciaron…

A las mujeres que están en los mercados, en las calles, o en espacios muchas veces inadecuados, vendiendo, ganándose la vida, sin seguro social, peligrando la vida, a las que el sistema las engloba dentro del concepto de economía informal, y que lejos de crear condiciones para mejorar su condición las acusan de evasión de impuestos…

A las mujeres que no tuvieron otra opción y que el camino que les quedó fue el de vender su cuerpo para satisfacción del patriarcado, las que tienen que fingir placer, las que tienen que aceptar cualquier tipo de violación porque les están pagando, además de ser señaladas por la sociedad…

En fin, a todas las mujeres del mundo que han transgredido el sistema, a las que han abierto el camino, a las que nos han dejado conocimientos, experiencias, sabiduría, propuestas, leyes…

 

Especialmente a mi madre, mis hermanas, mis hijas…

 

 

 

*Dalila Vásquez

Es una Mujer maya Ch’ortí, mujer rural. Su primera escuela organizativa y de formación política es Madre Tierra en la cual he participado.  Activista por los derechos de las mujeres rurales, indígenas y campesinas por el acceso a tierra y recursos productivos.  Actualmente es consultora de JASS Guatemala

 

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