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Por Laura Zúniga

Otro ambientalista asesinado dice, y como hija de una madre asesinada por defender el río Gualcarque, esta noticia sabe a pasado reciente y a derrota. Otra familia más que habitará en la violencia de la ausencia de justicia, otra vez las comunidades lloran la perdida de un compañero de lucha, de un liderazgo.

El 14 de septiembre del 2024, en vísperas del 203 aniversario de independencia de Honduras, recibimos la noticia del asesinato de Juan López, un defensor del río Guapinol, regidor de la municipalidad de Tocoa por el partido libre, miembro activo de la iglesia, una de esas que han venido denunciando la violencia impuesta por la minera en las comunidades que defienden el río. Muchas fueron actividades de Juan, pero como muchos y muchas lo conocimos en las luchas. Previo a ver los titulares de las noticias me encontré la foto donde estaban unos ojos conocidos, los mismos que nos encontraron cuando llegamos a la comunidad de Guapinol el día que fuimos a acompañar un encuentro, los mismos que nos encontramos en las calles, en la denuncia, esos ojos aparecen ahora junto al titular de que han asesinado a otro ambientalista en Honduras.

Nos duele Honduras de nuevo y nos duele sobre una herida abierta, no queremos ver desfiles celebrando una independencia que existe en función de la impunidad de quienes, en nombre del desarrollo, manchan nuestros ríos de sangre, riegan el horror en nuestra tierra. Otro ambientalista asesinado dice, y como hija de una madre asesinada por defender el río Gualcarque, esta noticia sabe a pasado reciente y a derrota. Otra familia más que habitará en la violencia de la ausencia de justicia, otra vez las comunidades lloran la perdida de un compañero de lucha, de un liderazgo. Nos duele Honduras y a partir del 14 de septiembre del 2024 nos hace falta Juan. Anduvimos con las y los compañeros de Juan López cuando fue criminalizado por defender al río, así también anduvieron muchas con las y los compañeros de mi madre. Estos paralelismos me rompen el corazón, me dejan el pecho congelado.

De camino al sepelio del compañeros nos vimos con muchos compañeros y compañeras, de esas con las que nos vemos bastante en las luchas, se nos mezcló la alegría de vernos con el amargor del momento, ahí la efusividad del encuentro nos hacía una y otra vez cometer el error de preguntar “cómo esta”, sabiendo que la respuesta era mal, decepcionadas, indignadas, enojadas, respuesta que se disfrazó con el siempre cortés “bien gracias y usted” porque se nos seca la boca y se nos inundan los ojos al querer contar todo lo que provoca este asesinato.

En medio de sopor causado por el gential (mucha gente), la humedad y el calor de Tocoa, la misa era una protesta y plataforma de denuncia hacia los asesinos y reivindicación de la vida del compañero, sobresalían las mantas de exigencia de justicia, los pañuelos verdes como símbolo de que se continua la lucha del compañero. Tocó mi corazón de forma particular encontrar el rostro de mi madre en las camisetas que llevaba la gente de COPINH, que se manifestaron con rostro indignado y entendiendo más de los que se quisiera el dolor de ésta perdida. Pues sí, es que aquí estaría la Berta Cáceres, tan conocida en el Aguan, pues sí, aquí estamos en nombre de ella también.

La caminata al cementerio fue larga y así como en el entierro de mi mami, hubo gotas de lluvia acompañando. Llegamos ahí y nos costaba articular palabras entre nosotras, solo pudimos abrazarnos y comprometernos una vez más con la justicia. Tocará reconstruir el corazón de este pueblo a punta de lucha, movilización, solidaridad y, sobre todo, de rebeldía frente al sistema de despojo y muerte. Como lo decía el poeta Urondo: Arderá la memoria hasta que todo sea como lo soñamos, si compas, arderán en nuestra memoria.

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