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Escrito por Laura Carlsen

Nuestro poder y nuestra protección: Compartiendo saberes y conocimientos sobre las industras y actividades extractivas, Antigua, Guatemala. 21-23 de mayo 2018.

Después de los abrazos -entre amigas que no se han visto en mucho tiempo, entre nuevas amigas- se encienden las seis velas para la ceremonia de apertura. El calendario maya nos favorece. Hoy es el día de la sabiduría, el día de las ideas, pero, como nos dice Miriam Pixtún de La Puya, “las ideas con pies”, ideas que nos ayudan a caminar. 

La primera sesión del día es una megadosis de información, en torno a la minería, el proceso, sus impactos, las empresas y las distintas formas de resistencia. Una investigadora y ambientalista guatemalteca nos explica, con un estilo sencillo que invita al aprendizaje mutuo, su “mirada ecologista, entendida como la relación de todo con todo en todas partes” que abarca los impactos ambientales, sociales y económicos que van mucho más allá de lo que pensamos.

Miriam Pixtún y Ana Sandoval de La Resistencia Pacífica La Puya han vivido estos impactos. Empezando la organización estableció criterios: no dialogar con la empresa, sino exigir a las instituciones públicas el cumplimiento de sus funciones, inclusión (participan mujeres y hombres, personas de distintas edades, etc.), y el desarrollo de procesos colectivos, donde no hay un líder o una lideresa, en parte también por cuestiones de seguridad.

Combinan la acción directa, la batalla jurídica, la información y formación, la disputa por el poder local, el fortalecimiento de la identidad, la construcción de alianzas y la incidencia a nivel internacional. Han enfrentado represión, criminalización y difamación y también las contradicciones dentro de las comunidades, entre ellas el machismo. Con el lema de “No a la minería, Sí a la vida”han ganado amparos y suspendido por ahora las operaciones de la mina.

Aunque a veces no se contempla, la palma africana es otra industria que nos amenaza, extractiva porque extrae agua, nutrientes de la tierra y rentas de la naturaleza para las trasnacionales. Laura Hurtado, de Action Aid Guatemala, informa que el cultivo se extiende en el continente– Guatemala es el décimo país en producción de palma africana en el mundo, y Honduras el séptimo. América Latina es la región donde más crece esta industria.

Dalila Vásquez, de Madre Tierra, y de la Escuela de Alquimia, dice que sus 7 comunidades en la costa sur de Guatemala han quedado como “pequeñas islas en el mar de monocultivos”. “Tenemos que pasar en medio de sus monocultivos, y si están fumigando ya se bañó de veneno,” relata Dalila. En una encuesta a la gente de la zona encontraron: pérdida del acceso a la tierra (“no les queda de otro de vender su mano de obra a las fincas que no pagan ni el salario mínimo”, dice Dalila), y de fuentes de agua, enfermedades, pocos empleos–casi todos hombres, trabajo con agrotóxicos sin equipo de protección y malas condiciones laborales. Repite un refrán constante en los testimonios de hoy: no tienen dónde acudir para la defensa porque las instituciones que se encargan al monitoreo están a favor de las empresas. “Les avisan a las fincas que van a visitar y dan protección solo estos días.” La Red Sur denuncia los impactos y abusos de las compañías de monocultivos, pero hay mucho miedo. “Ha habido muerte de líderes que han denunciado esto y las comunidades ya dependen de los empleos o la gente se queda sin trabajo y sin tierra.”

Bettina Cruz, de la Asamblea de Pueblos Indígenas del Istmo en Defensa de la Tierra y el Territorio en Oaxaca, lucha contra lo mismo, pero con una fachada verde. Las grandes empresas eólicas han quitado las tierras a las comunidades indígenas, contaminan el agua y el suelo, y dañan a la salud de personas y animales. Con la mercantilización de la energía verde en el mercado de carbón, esta industria se ha vuelto una nueva oportunidad para el “capitalismo de despojo”. Los proyectos provocan conflictos intercomunitarios, desplazamiento y migración, destrucción de los espacios de rituales y de siembra y la pérdida de las actividades económicas tradicionales de las mujeres. Varias, entre ellas Bettina, han enfrentado la criminalización y la cárcel.

María Felicita López, lenca, del Movimiento Independiente de la Paz Lenca de Honduras (MILPAH), describe los esfuerzos de su organización para defender la tierra y territorio de los megaproyectos y “la recuperación de la cosmovisión lenca, la terapia testimonial, y las creencias para seguir trabajando.” Lilian Borja, también de Honduras, narra su experiencia de persecución, “Los empresarios tienen mucha tierra en pocas manos, pero los campesinos no tienen tierra para trabajar. Estamos luchando contra un monstruo que es la azucarera… y contra un gobierno asesino– para nosotros, no hay leyes, no hay derechos,” cuenta entre lágrimas.

Honduras vive un auge de proyectos y de violencias. JASS Honduras llevó a cabo un mapeo en 10 departamentos, que logró identificar 199 áreas afectadas por el extractivismo. Daysi Flores, coordinadora de país de JASS Honduras, nos dice que estos proyectos están provocando conflictos con terratenientes privados, gobiernos locales y empresas nacionales e internacionales. En muchas comunidades, los hombres prohíben a las mujeres participar en reuniones, las mujeres tienen poco acceso a puestos de liderazgo, y existe una “ficción de la igualdad que no es transformadora de la realidad” al entenderla como cierta semejanza de méritos y no de la necesaria diversidad en la lucha.

María Guadalupe de Guatemala cierra con un recorrido histórico de las extractivas y como afectan la vida de las mujeres y de la Madre Tierra, señalando las etapas: los títulos personales a la tierra para quebrar la comunalidad, la lucha para la co-propiedad para mujeres, y después la ofensiva de los proyectos extractivistas que nos obliga a ampliar el análisis. Destaca la necesidad de “cuidarnos entre unas y entre otras, recuperar a nuestro cuerpo, desarrollar poderes–no para dominar, para compartir.”

Con estas distintas caras y perspectivas hacia el extractivismo, terminó un día que nos dejó un amplio panorama y muchas ideas para caminar: tener más estudios, como líneas de base ambiental y de salud que nos permite monitorear impactos; construir más alianzas en todos los niveles; llenar huecos en el conocimiento, fortalecer a las organizaciones.

Frente a los estragos del extractivismo a la comunidad y la tierra, es evidente, como dijo nuestra compañera ambientalista, “El destino de la tierra en manos del patriarcado es finito”. El triste hecho nos plantea el reto: ¿Cómo construir un destino en manos del pueblo organizado, con una visión de igualdad, justicia y vida?

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