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El silencio se apoderó de las palabras. El día se oscureció. Los latidos del corazón se aceleraron al escuchar las palabras Golpe y Estado: juntas. Hace 3 años ya, y todo permanece en el alma como si fuera ayer. El Golpe de Estado cambió nuestras vidas para siempre. Aprendimos a golpes el significado de palabras como toque de queda, represión, muerte, caos, bombas lacrimógenas, toletes… supimos a golpes para qué sirven las fuerzas armadas, sus tanques, sus aviones y helicópteros. Nos rociaron los cuerpos con químicos de color naranja y con leyes de color fundamentalista. Arremetieron contra nuestros recursos de existencia vorazmente con odio y saña. Nos persiguieron por salir a las calles a reclamar lo que nos pertenece… Nos siguen persiguiendo y cazando. Nos siguen asesinando y acechando en las calles. Los militares están por todas partes: en las escuelas, en el cine, en el teatro, en las calles, en el barrio, en las universidades, en los bosques, en las playas… En todos lados. Hemos sido ocupadas y encerradas por el horror nacional y extranjero disfrazado de “seguridad” que acribilla impunemente a quien se ponga en su camino. En esta ocupación saquean nuestros recursos y violentan nuestras soberanías convirtiendo nuestro territorio en Chárters, disponibles al capital transnacional.

Nuestro antes débil e incompleto Estado funciona ahora solamente para la oligarquía que regala a pedacitos nuestro país.

Tardaron tres años para hacerlo de nuevo, y el filo del Golpe de este junio del 2012 habitó las mejillas de Paraguay. Nuevamente sacaron a un presidente en otra burda mofa llamada por los expertos lavadores de Golpes “destitución”. Aquí, hace tres años, le llamaron “sucesión” ¿Cómo llamaran al siguiente?

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