A María, Daysi, Laura, Brenda, Paty y Carme, hermanas alquimistas
El COVID 19 vino a trastocar las vidas de todas nosotras hasta niveles que no nos hubiéramos imaginado. Cambiamos los cafés y las conversas en los espacios seguros de nuestras organizaciones por las imágenes fugaces de las compañeras en la pantalla de ZOOM, y los abrazos cálidos por besos lanzados con la mano a través del espejo de nuestra computadora. La muerte acampó a nuestro lado, y un miedo sordo y desdibujado atrapó nuestros corazones, nublando (momentáneamente) el camino a seguir para continuar con nuestra lucha feminista. Pocas de nosotras teníamos experiencia en el uso de las redes y de las tecnologías virtuales, y se nos hizo cuesta arriba continuar con nuestros proyectos organizativos.
En medio de esta vorágine de cambios y rupturas se estaba desarrollando la Segunda Promoción de la Escuela de Alquimia Feminista de Honduras. Esta Escuela “surge de un tejido de relaciones solidarias, políticas y de trabajo entre mujeres activistas, educadoras y académicas de distintas regiones del mundo con amplias experiencias en educación popular, formación feminista, incidencia política, movimientos sociales y luchas por la eliminación de las desigualdades.” Como propuesta política emancipatoria, articulada desde los principios de la Educación Popular Feminista (EPF), la Escuela incorpora contenidos y herramientas didácticas que permiten a las mujeres que participan en estos procesos tomar conciencia de las dinámicas del poder en sus contextos, de las desigualdades y de las violencias específicas que afectan a las defensoras por su condición de género, y desde allí, articular propuestas de cambio que combatan las violencias contra las mujeres y el extractivismo y sus consecuencias nefastas. Las mujeres que pasan por la Escuela afianzan su liderazgo en sus comunidades, territorios y países, y con el puño en alto, al mismo tiempo que pelean por la conservación de las selvas, bosques y los ríos, luchan por el derecho de las mujeres a vivir sin violencia, a disfrutar y a decidir sobre sus cuerpos, a ejercer el poder en los espacios de toma de decisiones, entre otras reivindicaciones.
Las metodologías que se emplean para este fin son diversas, e incluyen talleres y jornadas de formación, discusiones grupales, donde se profundiza sobre los temas abordados en las clases; trabajos entre sesiones o módulos para desarrollar en sus comunidades y procesos de reflexión personal, que permite que las mujeres contextualicen sus experiencias de vida y utilicen los conocimientos adquiridos en sus vidas y en sus organizaciones. En lo presencial el logro de estos objetivos es sencillo, solo basta con preparar las sesiones y juntarnos para hacer alquimia. En estos espacios amorosos de autocuidado y cuidado colectivo, transformamos las experiencias individuales en conocimiento compartido, revitalizamos los saberes ancestrales de nuestras abuelas, y recordamos a las mujeres que nos antecedieron en esta lucha feminista y que nos hacen ser quienes somos hoy.
La pandemia de la COVID-19 hizo imposible continuar con estos encuentros presenciales de la Escuela de Alquimia de la forma en que lo veníamos haciendo.
La necesidad de seguir juntas y de acompañar a las compañeras alquimistas que estaban en una situación aún más difícil por la COVID, hizo que desde el equipo de JASS Honduras empezáramos a pensar en cómo continuar, pero esta vez de manera virtual. Para ello, primero hicimos un diagnóstico para ver qué posibilidades reales tenían las alquimistas de esta segunda promoción de hacer uso del internet y de otras herramientas virtuales para continuar con el proceso de formación. Hasta el momento, únicamente habíamos realizado en noviembre de 2019 y de manera presencial, el primer módulo de los cinco en los que se estructura el Diplomado de la Escuela de Alquimia Feminista. El diagnóstico realizado nos dejó ver que, en ese momento, al comienzo de la pandemia, sólo un 27% de las compañeras tenían una computadora en sus casas, solo un 5% conocían el ZOOM, solo un 9% sabia como hacer una video llamada por WhatsApp o por Facebook, y 3 de cada 10 compañeras ni siquiera utilizaban teléfono celular o mensajes para comunicarse. Esta situación nos planteaba el enorme reto de trabajar con mujeres que prácticamente no tenían los medios ni la experiencia para hacer uso de las nuevas tecnologías. Pero esta situación no es única de las mujeres de la Escuela: los datos sobre brecha digital entre las mujeres y los hombres de todo el mundo es de un 17% en contra de las mujeres.1
América Latina es una de las regiones del mundo donde se han ido cerrando la brecha digital por sexo en los últimos años, aunque siempre el saldo es negativo para las mujeres. En este continente, un 57% de las mujeres frente a un 63% de los hombres tiene acceso a internet, y un 83% de los hombres usan teléfono celular, frente al 80% de las mujeres.2 La brecha digital también varía entre países y regiones, siendo Honduras uno de los países con el porcentaje más bajo del continente de personas con acceso a la red (sólo un 36% de la población tiene acceso a internet,3 un 16,6 % tiene internet en su casa, y solo un 12,8 % acceden a este servicio desde una computadora).4 Llama la atención que en nuestro país la brecha digital no es tan profunda, ya que, según la Encuesta de Hogares del 2017, más mujeres que hombres mayores de 15 años tienen acceso a internet (39% y 33%, respectivamente). Tampoco hay grandes diferencias entre ambos sexos en cuanto al uso del internet para estudiar o hacer tareas, siendo levemente más bajo el porcentaje de mujeres que de hombres que usan el internet para este fin (34% y 36%, respectivamente).5
Estas desigualdades en el acceso a la tecnología se hicieron evidentes en las mujeres de la Segunda Promoción de la Escuela de Alquimia de Honduras, de las cuales un 62% viven en zonas rurales, y un 80% son mayores de 18 años; es decir, encajan en el perfil de las personas en Honduras que tienen menos acceso a internet y a las Tecnología de la Información y las Telecomunicaciones (TICs). Identificar esta situación nos permitió tomar decisiones acertadas sobre el camino que debíamos seguir para continuar con la Escuela. Es así que lo primero que hicimos fue dotar a las mujeres de teléfonos celulares aptos para ser utilizados para las clases virtuales, asegurar que tuvieran internet permanente durante toda la duración del Diplomado; y antes de comenzar con las clases virtuales, intentamos explicarles con tiempo y claridad como usar los teléfonos, el ZOOM y el WhatsApp para las clases.
A lo interno del equipo de JASS nos dimos a la tarea de repensar la Currícula de todo el Diplomado, para encontrar la mejor manera de adaptar su contenido y metodología a lo virtual. De esta manera, y en coordinación con la UNAH y el CDM, decidimos realizar primero cinco conversatorios virtuales sobre temas que en ese momento eran importantes para las mujeres, como la COVID, autocuidado, atención emocional a mujeres sobrevivientes de violencia en tiempos de la COVID, y un hermoso evento artístico organizado por JASS y Nubian Queenx. Y cuando teníamos lista la Currícula propiamente dicha del Diplomado comenzamos las clases virtuales. En total, realizamos tres módulos de forma virtual, en los cuales se abordaron temas como las extractivas y su impacto en la vida de las mujeres, leyes ambientales, estrategias de defensa de la tierra y el territorio; y desarrollamos temas como el patriarcado, el poder, y la transformación de conflictos.
Fue increíble y emocionante ver como mujeres que nunca habían tocado una computadora comenzaron a utilizarlas como recurso de aprendizaje, con ayuda de sus nietas y nietos, y con la ayuda de Maria y Laura, del equipo de JASS Honduras, que con paciencia desde el otro lado del teléfono les explicaban como usar el ZOOM. Pero el espacio virtual, los teléfonos, el WhatsApp y todos los demás recursos que utilizamos no solo sirvieron como un canal formal para continuar con el Diplomado; fueron también las herramientas que nos sirvieron para mantenernos conectadas y juntas en este tiempo de pandemia y huracanes.
Las pantallas de las computadoras y teléfonos se convirtieron en un lugar común para todas, donde siempre, antes de comenzar las clases, nos dábamos un tiempo para saludarnos, para vernos, para abrazarnos a la distancia, para tomarnos el pulso y ver como estábamos. Y así estuvimos encontrándonos dos miércoles al mes durante casi un año. Algunas mujeres caminaban largo rato hasta llegar al cerro más cercano para tener señal de internet y asistir a las clases, otras compañeras se unieron a las sesiones cuando todavía el agua de los huracanes Eta y Iota anegaba sus casas. Era usual escuchar los cantos de los pájaros en los teléfonos de las compañeras de montaña adentro, y oír el ruido de las ollas y las cacerolas como “sonido de fondo” en nuestras clases virtuales. Muchas veces lloramos con la compañera que perdió su casa con los huracanes, o cuando alguna de ellas contaba que se habían enfermado de COVID.
A pesar de todo esto, logramos realizar todas las clases virtuales, y que todas las estudiantes presentaran sus trabajos de graduación, proyectos en los cuales plasmaron con belleza y entusiasmo los aprendizajes que adquirieron en la Escuela. Finalizar este Diplomado en medio de la muerte, del dolor y de la pobreza, pero también de la esperanza, fue sin duda alguna un logro de todas las alquimistas y del equipo de JASS, que no dudaron en ofrecer su experiencia, fuerza y corazón a la Escuela para que saliera adelante.
El proceso nos ha dejado grandes certezas y muchas preguntas. Nos dejó claro sobre todo que hay que creer en las mujeres, en su inmenso potencial de aprendizaje y cambio. Y como parte de las preguntas, responder con honestidad cómo hacer posible adaptar con mayor profundidad la metodología propia de la Educación Popular Feminista (EPF) a lo virtual. Como muy bien se señala en diversos documentos de conocimiento de JASS, la EPF es un proceso en el cual las mujeres enseñan y aprenden de forma conjunta, mediante el análisis colectivo de los contextos y experiencias cotidianas; cuestionando las raíces estructurales e ideológicas de las discriminaciones que persisten contra las mujeres; involucrando la corporalidad, los sentimientos, los pensamientos y la emocionalidad en todas las reflexiones.6
Pero en lo virtual aplicar estas metodologías es muy difícil. El cuerpo está distanciado, al menos de manera física. Las casas y los espacios cotidianos de las mujeres impiden que tengan lugares tranquilos y privados para realizar ejercicios de autocuidado, la carga del trabajo doméstico y del cuidado no les permite concentrarse siempre o a todas en los temas y profundizar en los procesos reflexivos necesarios para su aprendizaje. Y no se tienen esos momentos sabrosos propios de los encuentros feministas para compartir “fuera del aula”, donde al calor de la noche, la risa, la música, el baile y una que otra copa las mujeres desvelamos nuestras almas, sueños y frustraciones. Lo virtual también hace difícil profundizar, como quisiéramos, en temas que requieren de la reflexión colectiva para cuestionarlos y entenderlos, como el poder, el patriarcado, la sexualidad, la religión y otros temas neurálgicos de nuestra lucha feminista.
La virtualidad nos deja el reto pendiente de seguir pensando en cómo educarnos y en cómo fortalecer nuestras organizaciones y movimientos feministas, en un contexto en el cual parece que las restricciones a la movilidad van a continuar vigentes por mucho tiempo, sobre todo en América Latina. Pero al mismo tiempo, toda esta situación abre una nueva oportunidad para nuestros movimientos. Nos está enseñando que debemos apropiarnos de una vez por todas de la comunicación virtual, que debemos aprender, entender cómo funcionan y hasta cuestionar el mundo virtual para que sea más democrático y así, usar nuevas tecnologías y nuevos recursos comunicativos, en un mundo cada vez más global y digitalizado, a la vez que buscamos siempre la forma de encontrarnos de manera segura en colectividad presencialmente.
Necesitamos pensar en herramientas educativas que nos permitan combinar lo virtual y lo presencial. Tenemos que seguir adentrándonos y participando en esas comunidades virtuales de saberes feministas y de conocimiento alternativo que están surgiendo por todo el mundo. Debemos perder el miedo a la tecnología y aprovechar los resquicios que abre el sistema para acceder a fuentes infinitas de conocimiento. La virtualidad nos obliga a ser creativas, a repensar el uso del arte y el poder de las imágenes y de la creación artística feminista como una estrategia para movilizar pensamientos, corazones y acciones. Debemos también buscar estrategias para que las que tienen menos acceso a estos recursos puedan utilizarlos de manera segura, como las mujeres rurales, las mujeres de más edad, las más pobres y las que tienen un menor nivel educativo.
Sin duda alguna, JASS y todas las personas y organizaciones comprometidas con este hermoso proyecto feminista de las Escuelas de Alquimia vamos a saber adaptarnos a los nuevos tiempos. Lo virtual reafirma la necesidad de entablar diálogos con mujeres de otros países y de otros contextos, algo que JASS viene haciendo desde siempre pero que lo virtual potencia con la facilidad de encuentro que suponen las redes virtuales. Los retos a los que nos enfrentamos no son pocos, sobre todo en países como Honduras donde la COVID no ha hecho mas que agravar la pobreza y violencia que configura nuestra historia. Las compañeras defensoras de tierra y territorio se están enfrentando a una situación sin precedentes en la expoliación de los recursos naturales, ya que el encierro de la pandemia ha permitido que florezca la impunidad en la que actúan los estados y las grandes empresas para asegurar y perpetuar sus proyectos extractivistas, y para asesinar y criminalizar a las mujeres y hombres que luchan contra estos proyectos de muerte. Informes como el de CESPAD señalan que, de enero a diciembre del 2020, se registraron 15 asesinatos, más de 120 ataques con violencia y aproximadamente 30 acciones de persecución penal contra personas defensoras de tierra y territorio en Honduras. Durante este tiempo, se ha aprobado la construcción de proyectos extractivos sin procesos previos de consulta ciudadana, se han aprobado licencias ambientales a proyectos que no cumplen con los requisitos minimos de sostenibilidad y protección al medioambiente, y se han decretado numerosas políticas reterritorialización que van a profundizar las desigualdades y la crisis de seguridad y soberanía alimentaria presentes.7 El territorio nacional está en venta, sobre todo ahora que el proyecto nefasto de las Ciudades Modelo o ZEDES cobra forma.
Pero queremos decirles a las compañeras defensoras que no claudicamos y que no están solas, que desde JASS vamos a seguir acompañándolas, brindándoles nuestros saberes y conocimientos a través de procesos como los de las Escuelas de Alquimia. Sus enseñanzas, su amor, su valentía nos van a dar la fuerza y la sabiduría necesaria para ir en la dirección correcta.
España, 2 de junio de 2021
Adelay Carías Reyes
JASS Honduras
1 ONU advierte que brecha digital entre mujeres y hombres aumenta en el mundo
2 Brechas digitales de género en tiempos de COVID-19
3 Datos del SISNAN/INE Honduras, 2019.
4 Estudiantes hondureños presas de la brecha digital y la desigualdad social
5 INE. Encuesta de Hogares Honduras 2018.
6 JASS Mesoamérica. Colección de Alquimia Feminista. Cuaderno 1. El poder vital transformador desde la educación popular feminista.
7 CESPAD. Efectos derrame de los extractivismo en tiempos de pandemia: marco que agudiza la crisis territorial en Honduras