“No puedo aceptar una rosa de nadie mientras exista abuso contra las mujeres” fue la consigna de cientos de zimbabuenses que, en el marco de la Campaña One Billion Rising for Justice, tomaron las calles el 14 de febrero para protestar y manifestar su oposición a la violencia ejercida contra las mujeres. Esta marcha, que acaparó la atención de todo el país, constituyó un ejemplo elocuente de que las mujeres se levantan para decir ya basta, aun en un contexto en el que han sido, y siguen siendo, silenciadas.
La campaña anual y mundial One Billion Rising, hace un llamado a que las mujeres alrededor del mundo se levanten y exijan el cese la violencia contra las mujeres y las niñas. Para las activistas de Zimbabue, la campaña brindó el contexto para rechazar el alarmante y elevado número de violaciones enfrentados por las mujeres en este país. Ataviadas con llamativas prendas rojas y enarbolando en alto sus mantas, más de cuatrocientas mujeres marcharon por las calles del centro de Harare, exigiendo que el sistema judicial proteja sus derechos humanos y tome en serio el problema de las violaciones. Éstas eran representantes de una amplia diversidad de organizaciones integrantes de la Coalición de Mujeres de Zimbabue, ente las que se incluyen Musasa, Planned Parenthood Zimbabue, Gays y Lesbianas de Zimbabue (GALZ), Katswe Sisterhood y el grupo de hombres Padare. Esta protesta tuvo lugar en un momento oportuno, precisamente después de la condena judicial del conocido predicador Martín Gumbura, quien fue sentenciado a solo 50 años de prisión por cuatro cargos de violación.
Ese día, nosotras, las mujeres de Zimbabue, declaramos que estamos cansadas de sufrir abusos, cansadas de soportar todo de rodillas y que tenemos el poder, la presencia numérica y la determinación de emprender acciones contra aquellos problemas que nos afectan.” Winnet Shamuyarira
El caso de Gumbura apuntó los reflectores hacia un creciente patrón de violencia sexual contra las mujeres que tiene lugar en espacios considerados seguros, por ejemplo en las comunidades de fe. Winnet Shamuyarira, integrante de Katswe Sistahood, advierte: “La escalada de violencia perpetrada contra las mujeres y su manifestación en Zimbabue, es complicada, especialmente en instituciones religiosas conservadoras o en espacios espiritualistas.” En este sentido, las mujeres son menos propensas a denunciar una violación consumada por alguien a quien valoran y respetan, como lo es su pastor.
No podemos olvidar que, según el Estado e incluso la Constitución, vivimos en una supuesta ‘nación cristiana.’ Esta idea ha dado pie a mucha violencia contra las mujeres. La profundización del fundamentalismo religioso ha determinado que la gente deje de cuestionar. En muchos sentidos, la religión representa una escapatoria o una salida de los problemas cotidianos que aquejan al país. Y, aprovechándose de ello, los profetas han abusado de la gente.” Winnet Shamuyarira
A pesar de los peligros que implica hablar de las violaciones perpetradas por líderes religiosos, las mujeres activistas han decidido correr el riesgo. Katswe Sistahood, contraparte de JASS, aborda los problemas que afectan a las mujeres sacando a la luz muchos temas complejos y tabúes. Katswe crea espacios seguros llamados pachotos –voz shona que evoca la memoria cultural de los cuentos que se narraban junto a una fogata— donde las mujeres se reúnen para compartir sus vivencias y para encontrar sus voces. Integrando el enfoque Corazón-Mente-Cuerpo impulsado por JASS, Katswe ayuda a las mujeres a comprender de qué manera temas como el de la violación, las afectan física, mental y emocionalmente, abordando el trauma que puedan haber sufrido. Dicho proceso no solo contribuye a promover la sanación de las mujeres sino que además fomenta la solidaridad entre ellas, sin tener en cuenta sus diferencias, lo cual las convierte, a la vez, en poderosas agentes de cambio comunitarias que saben pronunciarse respecto a los problemas que las afectan.