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Los agridulces 16 años de un Golpe de Estado

  • JASS
Por Daysi Flores

“Para resurgir de sus propias cenizas, un fénix primero debe arder.”  Dijo Octavia Butler y una se pregunta si un Golpe de Estado es suficiente fuego para hacer arder un pueblo. El 28 de junio del 2009 como presagio del camino que nos esperaba, nos despertamos a oscuras. En el centro de Centroamérica, Honduras, tenía lugar el primer Golpe de Estado del siglo XXI. El pueblo casi entero hizo lo que le tocaba: salió a la calle a leer en voz alta la constitución de la república y en defensa no de un gobierno sino de un pacto democrático. 12 años de dictadura y despojo se instalaron con ese Golpe y un incontable número de violaciones de derechos humanos. El deterioro no fue lento y las violencias no fueron pocas, pero la terquedad del pueblo sostuvo una resistencia que no se rindió y consiguió que, en 2020, después de varios intentos, el pacto democrático se reestableciera. Eso fue en sí mismo un hecho histórico, pero vino acompañado del gran logro de ver a la primera mujer presidenta de la república tomar posesión. Esto se dio en el mar de una resistencia diversa teñida de muchos colores, en la que sobresalía la resistencia dentro de la resistencia, intentando también vivir, resistir y sobrevivir. Se hicieron llamar Feministas en Resistencia.

Feministas en Resistencia, o FER, fue un espacio que surge como un evento coyuntural de respuesta organizativa feminista de las principales ciudades como bien lo dice Mirta Kennedy, pero también fue un reflejo de la visión política existente de esas mujeres conscientes del vínculo estrecho que existe entre la construcción de avances para los derechos de las mujeres y la democracia, aun con todas sus falencias.

Para Gilda Rivera es ese contexto de democracia burguesa en el que existimos, trabajamos y luchamos. Y era claro que un Golpe de Estado era promovido y sustentado por grupos de poder económico y político que por años se apoderaron de los recursos públicos y de todo lo que debería ser para garantizar el sustento de la vida de la mayor parte de la población de Honduras y además era claro que estaba anclado en la intervención de Estados militaristas como los Estados Unidos, que avalan y sustentan esas expropiaciones y saqueos.

Adelay Carias cree que surge ante las necesidades de posicionar las demandas propias en ese contexto de lucha, porque para ella, aunque había mucho dolor, represión, muerte y violencia. Estaba claro en que también era un momento profundo de inflexión en el país y que era una coyuntura que había que aprovechar para posicionar nuestras voces, demandas, deseos y sueños en medio de ese movimiento que estaba surgiendo. Para Neesa Medina, quien era apenas una jovencita en ese entonces, fue un espacio que surgió como una respuesta a sabernos parte de la Resistencia, sabiendo que nuestro punto de partida era el feminismo, solo con nombrarnos, estábamos reconociendo que lucha contra el golpe de Estado estaba inmersa en la lucha contra los sistemas capitalista y patriarcal. A eso le llama Feministear la Resistencia.

Parafraseando a Neesa, una también se pregunta ¿qué aportes trae feministear una resistencia? Para ella, documentar, diferenciar e incomodar marcan aportes esenciales y los detalla de la siguiente manera:

  • Documentar: No solo las violaciones a derechos humanos contra mujeres, sino narrar lo que pasaba a través de boletines diarios los cuales eran compartidos fuera del pais.
  • Diferenciar: No todas las agresiones, toques de queda, acuerdos ministeriales y demás, afectan por igual. La prohibición de la PAE es un ejemplo claro de un cambio administrativo que se realizó durante el golpe y que tardó más de una década en recuperar.
  • Incomodar: Fuimos parte de la Coordinación del Frente Nacional de Resistencia Popular, FNRP. Desde ahí y desde otros espacios cuestionamos prácticas en la toma de decisiones, en el trato a compañeras, en la representación justa y digna, y no quitamos el dedo del renglón.

Andrea Nuila, Reyna Calix y Adelay Carias coinciden con Gilda al decir que los aportes además están teñidos de contenido y todas ponen como ejemplo la consigna Ni golpe de Estado, ni golpe las mujeres como uno de los mensajes que llenaron de lectura política feministas a la resistencia. Dicha lectura no era únicamente dirigida para los golpistas como los villanos del momento, sino como dice Reyna gritar esa consigna en las calles, a todo pulmón, era también un cuestionamiento a lo que sabíamos que también estaba pasando al interior de los de los movimientos sociales.

Para Gilda, además, las feministas tenían la claridad de que quienes estaban promoviendo el Golpe de Estado eran grupos oligárquicos con mucho poder en el país y que esos grupos tenían vínculos internaciones y son parte de los grupos más conservadores y fundamentalistas en el mundo que se oponen a avances de los derechos humanos de las mujeres en temas como la autonomía del cuerpo.

Esto nos muestra la aguda lectura del contexto, que solo era posible en la colectivida. Para Mirta, Reyna y Adelay, el aporte principal a ese momento fue la visibilización del movimiento Feminista como parte del movimiento social, con una agenda clara y no solo sumarse a la agenda del movimiento social. Amplificando las voces de las mujeres y sus demandas para hacer reflexionar a toda la sociedad sobre una democracia que se había construido con enormes deudas hacia las mujeres. Gilda agrega que a pesar de esas deudas se tuvo claro que había que salir a defender la democracia, porque lo que se defendió  fue el pacto social destruido por quienes iban a apoderarse de la institucionalidad formal y  que representaban lo más atrasado y lo más conservador en nuestro país. Y fue justo lo que pasó.

Feministear la resistencia fue una provocación incómoda para las viejas formas de hacer movimiento. Porque para caminar diferente por las calles hacía falta voluntad para resistir más allá de los panfletos. Y en una sociedad tan fundamentalista y cooptada por la narrativa hegemónica de la moral, aunque se cuestionaba el silencio de la industria mediática, se esperaba el silencio de las mujeres en la resistencia.  Eso supuso complejidades y retos para las Feministas en Resistencia.

Por un lado, tanto Neesa como Andrea ven estos retos más desde una reflexión a lo interno del movimiento: mientras resistíamos, las decisiones estaban ocurriendo en otro espacio, sin nosotras y sin muchas otras personas.  De alguna forma nos mantuvimos un poco aisladas, creo que no nos logramos integrar del todo, al frente, tal vez por nuestra postura crítica. Era como si el límite de Feministas en Resistencia estaba marcado y se concentraba más solo en nosotras, como colectivo, creo que ahí tal vez perdimos una oportunidad para llegar a muchas más mujeres.  Y por otro, Mirta, Reyna y Gilda coinciden en valoraciones hacia los retos externos que reflejan la realidad del momento, asuntos como la despiadada represión del régimen golpista, la militarización de la vida, el golpe que golpeó la vida cotidiana, la vida organizativa, la vida de país que soñábamos y todo el trabajo que casi por 30 y habíamos construido poniendo mucho esfuerzo de la noche a la mañana se interrumpió tanto que incluso hoy, después de 16 años no se logre acercar medianamente a lo construido.

Honduras vive una coyuntura distinta a 16 años ¿o no? Ha finalizado, casi, el primer gobierno democráticamente electo después del Golpe de Estado y se avecinan elecciones. La lectura de este momento según las feministas en resistencia con las que hablamos es diversa, pero todas coinciden en que no es tan distinta a la lectura previa al Golpe con algunos matices.

El contexto actual adolece los 12 años de dictadura que dejaron marcada la arena política, organizativa, comunitaria y personal con la tinta aparentemente indeleble del autoritarismo. Como bien lo señala Neesa, participar en las elecciones del 2009 era validar un proceso electoral viciado, existían compañeras feministas que pensaban participar en esas elecciones, pero después del Golpe todo cambió. Para Adelay la principal diferencia es que antes del golpe las feministas estábamos fuera del gobierno, pero Mirta señala que históricamente las feministas más visibles de la primera generación (primera década del S.XX y en las siguientes generaciones, un sector importante, han apostado a las elecciones, en cualquier circunstancia. Y Gilda cree necesario decir que cuando las mujeres han llegado al poder no han logrado cambios y en algunos casos hemos visto que las compañeras son succionadas, cooptadas por ese modelo, pero eso no significa que deban ser destrozadas políticamente o juzgadas.

Para Andrea, por otro lado, es difícil comparar los contextos ya que le parece que estamos hablando desde diferentes colectivos o diferentes grupos con diferentes perspectivas e incluso diferencias teóricas feministas.  Para ella, las mujeres dentro del partido que se asumen feministas han empezado a hacer su propio camino con divisiones, discusiones, desafíos muy propios que tienen que ver con estar en estructura de partido y en la disputa de poder electoral. Cosas como lidiar con múltiples candidaturas, luchar desde adentro en contra del patriarcado y obviamente con lidiar con los cuestionamientos, pero esas críticas, asegura, deben servir como un polo tierra que guie el camino, aunque sigan con su propia visión.  Neesa por su lado, reafirma que los principios feministas deben ser la brújula, pero el terreno sobre el que caminan quienes construyen desde el gobierno es un territorio desconocido para muchas y muchos.

Y es que muchas cosas se han movido en la vida política y no solo para las mujeres; como bien lo señala Reyna el bipartidismo se rompió, y el oficialismo lleva a una candidata mujer, otra vez, a la presidencia pero pareciera que los poderes ocultos siguen intactos. Para Gilda el contexto actual es mucho más complejo con una mayor expresión de las contradicciones atizadas por un manejo mediático súper beligerante que está a favor del modelo económico de saqueo y destrucción de los pueblos promovido por el Golpe. Adelay recalca la importancia de hacer las luchas feministas en todos los espacios y el poder político es uno de ellos. A Neesa le parece que, como feministas, nos sigue costando descifrar nuestro piso común, con feministas construyendo desde todas las esferas, entendiendo que los pasos por sociedad civil, por el gobierno, por la academia, por la cooperación, y otros, son caminos temporales, transitorios pero que Honduras necesita más feminismo, más feministas, en más espacios, por más tiempo.

Lo que es cierto es que en un futuro tan impredecible y desafiante necesitamos entender que todas las luchas, en esencia, representan una disputa por el poder, no sólo por el poder visible sino el poder en todas sus expresiones. Para afrontar estas complejas realidades y lograr que los caminos de la democracia sean una realidad para nuestra plena liberación no hay atajos. Necesitamos ver cuidadosamente las dinámicas del poder para abordar los problemas más apremiantes y establecer puentes que nos lleven a la urgencia de la construcción y el fortalecimiento feminista de los movimientos, al tiempo que disputamos los poderes visibles para que, en vez de ceder ante el miedo, cuando la aparente estabilidad se vea amenazada por los poderes ocultos, podamos  ver a la esperanza en el horizonte.

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